drama migratorio

La amenaza es Europa

Con la extrema derecha agazapada como el lobo que espera a que las ovejas duerman, los líderes europeos, lejos de corregir una política de asilo errónea, se obstinan en propuestas que niegan los valores que nos han traído hasta aquí

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Rafael Vilasanjuan

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No importa que las cifras de llegadas de inmigrantes a las costas del sur de Europa sea menor incluso que antes de la crisis de 2015, o que haya bajado el número de demandantes de asilo. Con la extrema derecha agazapada como el lobo que espera a que las ovejas duerman, los líderes europeos, lejos de corregir una política de asilo errónea, se obstinan en propuestas que niegan los valores que nos han traído hasta aquí.

La palabra asilo, viene del griego. Cuando el Mediterráneo era el centro del mundo, se crearon lugares inviolables para proteger a los perseguidos y ofrecerles un lugar seguro. La Revolución Francesa lo estableció como derecho a los que se enfrentaban en países totalitarios y finalmente la segunda guerra mundial –es decir la europea- acabó convirtiéndolo en derecho universal. Quienes alardean de sociedades étnicamente homogéneas deberían empezar a reconocer esta parte de nuestra historia como principal rasgo de identidad, al menos como uno de los que conforman la esencia de nuestro modelo en el mundo.

Con las fronteras externalizadas en terceros países como Turquía, para que contengan a los que puedan venir, la Unión Europea da la espalda a su tradición milenaria de proteger a los perseguidos. La cumbre de Salzburgo la semana pasada puso de manifiesto que el modelo ahora es Egipto. La nueva adoración que Europa siente por el gobierno militar de Al Sisi ha llevado ya a varios dirigentes europeos a visitarle, empezando por la cara más jóven de la extrema derecha xenófoba, el canciller austriaco Sebastian Kurz, anfitrión de la cumbre o el propio Donald Tusk, presidente del Consejo. El Cairo es la nueva Meca para la política de refugiados de la UE, que se dispone a firmar acuerdos y convenios millonarios.

Bajo el umbral de la pobreza

La idea es de Angela Merkel: hay que frenar a la inmigración a más tardar en el norte de África. Solo falta decir, cueste lo que cueste. Con las rutas saturadas, el foco se torna hacía Egipto, un país que no ha cerrado sus fronteras, pero que tampoco registra ni reconoce a los refugiados. Con una suma importante de recursos acabará haciendo de gendarme bueno. Pero en Egipto no hay campamentos de acogida, ni planes de asistencia. Solo la solidaridad de las familias permite acoger a miles de ellos. Lo que sabemos, no obstante, es que el 90% de los sirios que han llegado viven bajo el umbral de la pobreza, la mayoría en condiciones de extrema vulnerabilidad. No tienen formación complementaria, ni registro. Luego, han dejado de existir. Tal vez eso es lo que quiere Europa.

A falta de un acuerdo para redistribuir en condiciones a los demandantes de asilo se externaliza el problema para evitar que lleguen otros, mientras en Grecia los refugiados esperan más de dos años hacinados en campos como el de Moria en Lesbos, donde los suicidios ya son la principal causa de muerte. Sin poder avanzar ni regresar, el peligro mortal que hizo huir a los refugiados de la violencia y el fuego de sus guerras, Europa lo convierte en una amenaza aún peor.