El riesgo de la frivolidad

La propuesta de reforma de la Constitución no nace del convencimiento, sino de la necesidadde dejar de hablar de másters

Pedro Sánchez durante el acto 'Avanzamos'.

Pedro Sánchez durante el acto 'Avanzamos'. / .45071070

José Luis Sastre

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Fue un golpe de efecto, que es lo que se lleva. Un 'win win', según resumió un miembro del Gobierno: si el PP frena la supresión de los aforamientos, el PP se retrata; si sale adelante, el PSOE se queda con la bandera de Ciudadanos y si al final se tuviera que refrendar, Pedro Sánchez podría salir hasta reforzado de una consulta popular pese al riesgo que tiene ponerse a aventurar el resultado de un hipotético referéndum. Pero todo eso, tan obvio, es lo que explica el anuncio con el que Sánchez fue a comenzar la semana: no fue el convencimiento, sino la urgencia por dejar de hablar de la tesis, los másteres, la renuncia de Carmen Montón y el desaguisado de las 400 bombas que venderán Arabia Saudí. 'Win win'. Jugada política. El jefe de gabinete del presidente no viene de la cocina de los partidos políticos ni de la carrera diplomática, ni siquiera viene del equipo de fieles que arropó a Sánchez en sus peores momentos. Es un experto en comunicación y ese detalle, quizá menor, a lo mejor lo explica todo. O casi. Por lo pronto, el Gobierno de los 84 diputados tiene anuncios y un mensaje: esto es lo que queremos hacer; si fracasamos será por culpa de los demás. Hasta las elecciones no averiguarán si la estrategia les funciona.

Se supo de este Ejecutivo que podría lo simbólico, que es mucho. Tanto, que a veces define a un país y a sus gentes. Sacar a Franco de la tumba es un ejemplo. Lo es también avanzar en la regeneración democrática y regular el privilegio del que en ocasiones se sirven los diputados, porque el fuero no se ideó para eso, sino para protegerlos en la acción y en la discusión parlamentaria. De hecho, los constituyentes rebajaron ya en 1978 el propósito inicial de darles la inviolabilidad a todos porque era “un abuso”, por citar al fundador de Alianza Popular, Manuel Fraga. Pero plantear por la necesidad del momento un cambio en la Constitución, hacerlo sin tantear antes a los otros grupos, aparcar una reforma más ambiciosa que el mismo PSOE propuso -fueron los socialistas los que llegaron más lejos y abrieron incluso una comisión que lo estudiase a fondo- y ponerle el plazo de 60 días, acerca al gabinete de Sánchez a la frivolidad. ¿Lo anuncia porque de verdad lo quiere o porque le viene bien? ¿'Win win' o alguien pierde con la jugada?

Amplíen el foco, que a veces así las cosas se ven más claras: José María Aznar ha ido a reírse del Congreso, Pablo Casado dice sin ruborizarse que es una víctima, la Universidad se desespera por el desprestigio al que la arrastran, el Gobierno niega que cada rectificación sea una rectificación, la ministra de Defensa no aparece, Albert Rivera se arroga el mérito de cualquier cosa -cualquier cosa que, en todo caso, ya le ocurrió antes a Ada Colau- y Podemos presume de arrancar del Gobierno compromisos presupuestarios en los que, en realidad, el Gobierno ya trabaja. En medio del festín , ahora una reforma constitucional. Se entiende bien el cálculo político, porque de eso viven. Lo raro es que, cuando les preguntan por el desapego ciudadano, se miren unos a otros. Como si no fuera con ellos la cosa.