Una demora inadmisible

Por fin una N-340 más segura

Lo que ha sucedido nos debería hacer reflexionar porque muchas cosas se podían haber hecho mejor

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Josep Mateu

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El desvío de los camiones que circulan por la N-340 y por la N-240, hacia la AP-7 y la AP-2, era una noticia largamente esperada y su inexplicable demora, en un año negro en cuanto a la seguridad vial en nuestro país, ha incrementado innecesariamente el número de víctimas.

Después de años de reivindicaciones, de campañas, de reuniones y cartas con todos los ministros de turno, en la N-340, solo entre 2010 y 2018, han muerto 114 personas. Incluso, estando todo listo para aplicar la solución a partir del primero de enero de este año, con un profundo sentimiento de impotencia, hemos tenido que lamentar 11 muertos más.

Sabiendo lo que se debía hacer para reducir el riesgo de accidentes es inadmisible que la aplicación de medidas, que se han demostrado muy efectivas en la N-II en Girona, con una reducción del 60% de las víctimas mortales desde el 2013, se haya alargado durante años y años en otras vías con idéntica problemática.

Dolor para las familias y coste social

Es inadmisible porque las cifras son terribles y los muertos y heridos graves representan un dolor irreparable para las familias, y un elevado coste social derivado de los accidentes de 26 millones de euros anuales en gastos de emergencias, sanitarias, rehabilitación y productividad perdida.

Desde el RACC reclamamos esta medida para la N-340 por primera vez en el 2014 con un detallado estudio, como ya habíamos hecho antes con la N-II. Lo presentamos públicamente y lo enviamos a  las administraciones implicadas, demostrando que los beneficios de desviar el tráfico pesado por la autopista superan los costes de la bonificación, especialmente para los propios transportistas en forma de ahorro de combustible, de tiempo de recorrido y de disminución de accidentes, e incluso en emisiones contaminantes. 

Lo que ha sucedido en la N-340 nos debería hacer reflexionar. Nos deberíamos cuestionar si durante estos años ha habido la suficiente voluntad política, si la seguridad de las personas ha pasado siempre por delante de otras cuestiones y si los trámites administrativos han sido suficientemente ágiles. Y probablemente llegaremos a la conclusión que hay muchas cosas que se podían haber hecho mejor.

Hemos tenido
que lamentar 11 muertos más cuando todo estaba previsto para que se aplicara desde el 1 de enero

Hoy nos alegramos, porque es un día importante, porque a partir de ahora el riesgo de accidentes en esta vía es menor, pero hay que revisar los mecanismos para gestionar las situaciones de emergencia vial con el objetivo que la aplicación de las soluciones se convierta en una prioridad para los Gobiernos y estas no queden paralizadas entre promesas de mejoras que no acaban de llegar.

El RACC siempre ha defendido una visión de la seguridad vial basada en la observación, el análisis de los datos, la investigación y el planteamiento de las propuestas que mejor garanticen la seguridad de las personas. Estamos satisfechos que nuestra implicación, con estudios técnicos, constantes contactos con las administraciones y campañas de comunicación, haya contribuido, junto con los esfuerzos de la Generalitat de Catalunya y de los ayuntamientos de estas comarcas, a que a partir de ahora circular por la N-340 y por la N-240 sea más seguro para todos. Aun así, nos queda un regusto amargo porque estas medidas de haberse tomado antes hubieran evitado el dolor de muchas familias.

Una responsabilidad compartida

Es cierto que la seguridad en las carreteras es un tema complejo que se tiene que abordar desde diferentes perspectivas y en el que no solo intervienen factores como las características y el mantenimiento de las infraestructuras y las políticas de seguridad vial, sino que también son claves los comportamientos de los usuarios ante las distracciones, la velocidad, el consumo del alcohol, así como el equipamiento de seguridad de los vehículos o la antigüedad del parque automovilístico. La responsabilidad es compartida, y no podemos permitirnos que en el futuro se repita de nuevo una situación como esta, en que aquellos que pueden actuar para reducir las víctimas de tráfico incomprensiblemente dejen pasar el tiempo, un tiempo extremadamente valioso para salvar vidas.

Hace un par de años, sentado a mi lado el que en aquellos momentos era el 'conseller' de Interior, expresaba, con contundencia y con razón, que el teléfono móvil en la conducción mata. Los usuarios podemos hacer mucho para evitar los accidentes de tráfico, pero es necesario que las administraciones también asuman sus responsabilidades. El teléfono móvil al volante mata, y a veces la burocracia y la ineficacia política, también.