Cultura

Agresiones

Lo que nos dice ahora el arte es que todo lo que nos rodea está teñido de algo sucio

CATEDRAL

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Javier Pérez Andújar

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A principios de este agosto tuvieron lugar dos sucesos muy alejados el uno del otro y sin aparente relación entre sí, salvo que ambos surgen en el ámbito del arte. Se trata de dos tipos diferentes de agresión. La del lunes día 6, que fue la segunda en ocurrir, se produjo en la catedral de Santiago de Compostela y afecta al patrimonio de la humanidad, a la vez que nos recuerda lo que somos: carne de milenio, camino de Vía Láctea, cruces entre gentes procedentes de todas partes, que dejan tras sí un reguero de cultura. En una columna de la fachada de las Platerías, alguien dibujó sobre el rostro de una escultura románica la cara de gato del batería de los Kiss, y debajo escribió el nombre de la banda con sus típicas eses finales a modo de runas nazis. Por supuesto, eso no es nazismo. Es otra cosa. Las noticias no han dicho qué personaje bíblico era el representado por la estatua atacada; sin embargo, identificamos de inmediato al personaje que la usurpa. Solo la cultura une a la cultura académica con la cultura popular.

La otra agresión tuvo lugar dos días antes, el sábado 4 de agosto, a la salida del Museo de la Ciudad de México. Un grafitero le estampó un pastelazo a la crítica de arte Avelina Lésper, conocida por sus violentas invectivas contra lo que ella llama arte VIP (vídeo, instalación, 'performance'). Experta en pintura, ha acusado a los grafiteros de considerarse incuestionables y de ejercer el chantaje del victimismo social. Durante un programa de radio, soltó que "el grafiti es un acto vandálico de subnormales". Los grafiteros le dedicaron un mural, próximo a un renombrado centro cultural, donde se lee: "¡Avelina Lésper, me la pelas!". Los artistas contemporáneos la vocean en sus conferencias. Algunos colegas críticos de arte la acusan de ser una retrógrada disfrazada de progresista, y de caer en argumentaciones dogmáticas y seudofascistas. ¿Es fascista su actitud? Lo que nos dice ahora el arte es que todo lo que nos rodea está teñido de algo sucio.