Opinión | EDITORIAL

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La soledad de Colau

La nueva reprobación refuerza el aislamiento de la alcaldesa

La alcaldesa Ada Colau, en el pleno del pasado febrero.

La alcaldesa Ada Colau, en el pleno del pasado febrero. / periodico

Por segunda vez desde abril, la alcaldesa de Barcelona, Ada Colau, ha sido reprobada por el pleno del ayuntamiento. Si en abril fue la gestión municipal de los narcopisos la que mereció el voto de castigo, esta vez ha sido a cuenta de la situación económica de la ciudad. Argumenta la oposición que la bajada de ingresos obligará a practicar recortes en inversiones y tal vez en gastos corrientes, mientras que el equipo de gobierno niega con vehemencia esta posibilidad, que en el peor de los escenarios habla de reajustes.

Barcelona en Comú vio cómo la oposición se unía primero para crear una comisión de seguimiento del presupuesto y de las inversiones previstas y después para reprobar a Colau (con la abstención de la CUP). Más allá del debate económico —es comprensible la preocupación de la oposición en una ciudad que siempre ha presumido de cuentas saneadas, pero hay que esperar a ver en cuánto se cifra el descenso de ingresos y cómo afecta finalmente al presupuesto—, la reprobación demuestra una vez más la soledad en la que se encuentra la alcaldesa, gobernando en minoría desde el inicio del mandato. Una soledad que se vio agravada cuando Colau decidió romper el pacto de gobierno con el PSC por razones ajenas a la dinámica de la ciudad. Con aquella decisión, Colau abrió la puerta con mucha antelación a una precampaña electoral permanente y se expuso a situaciones como las de este viernes: la imagen de estar sola ante la unánime censura del resto de grupos.