Al contrataque
Los intocables del régimen del 78
Los límites impuestos por los poderes fácticos del franquismo continúan vigentes casi medio siglo después de la muerte del dictador
Me viene al recuerdo una anécdota que me contó mi padre sobre la Transición; después de la legalización del partido comunista, mi padre preguntó a un amigo suyo, cuyo hermano era un militar de alta graduación, cómo había sentado ese hecho en el Ejército, y su amigo le respondió que se había alcanzado un pacto secreto sobre el alcance del cambio permitido: lo único que no se podía tocar era la familia Franco, la Iglesia católica y el Ejército. Y ese pacto ha sido respetado escrupulosamente por los partidos políticos hasta el día de hoy, cuando ha transcurrido casi medio siglo tras la muerte de Franco; los límites impuestos por los poderes fácticos del franquismo continúan vigentes y no hay atisbo de que en un futuro próximo rompamos de una vez por todas con aquella dictadura atroz y consigamos salir de su prolongada sombra.
Cierto que el Gobierno socialista ha anunciado que trasladará los restos de Franco y puede que también ilegalice la fundación que lleva su nombre, dedicada a enaltecer la memoria de un dictador fascista comparable a Hitler y Mussolini (menos sangriento que el primero, más que el segundo); lo sorprendente no es que se tomen estas tímidas medidas, sino que se haya tardado tanto en hacerlo. No obstante, y por concesión real, la nieta del dictador seguirá ostentando el ducado de Franco y su familia continuará disfrutando de una inmensa fortuna de origen oscuro e inexplicado. El pacto secreto de silencio, protección y encubrimiento, se extiende al sucesor designado por Franco en la Jefatura del Estado y a la familia de este, como estos días estamos comprobando con estupor y escándalo.
En cuanto al Ejército, es una institución opaca donde las haya; de vez en cuando nos sorprenden noticias como el trágico accidente del Yak-42 (o la gran chapuza del señor Trillo), se caen helicópteros y mueren pilotos y nadie pregunta, se construye un submarino que no puede navegar con un presupuesto desmesurado, se compra armamento inservible por miles de millones de euros… Y es una institución con su propia jurisdicción, que está fuera del alcance de la justicia ordinaria. La Iglesia católica en el Estado «aconfesional» del siglo XXI tiene un poder y unos privilegios con los que no podía ni soñar en el siglo XIX, bajo una monarquía católica. Entre exenciones de impuestos y subvenciones directas, percibe cerca de 11.000 millones de euros anuales y, sin ser un ente público, tiene la facultad de escriturar a su nombre los bienes inmuebles que considere de su pertenencia –como la Mezquita de Córdoba–, merced a un privilegio franquista que Aznar conservó y amplió y que ningún Gobierno socialista ha derogado, además de controlar la mayoría de las escuelas concertadas, que pagamos todos.
Por favor, que me vuelvan a explicar el milagro de la Transición.
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