El tablero catalán
Mañana, en el vaso habrá algo de agua
Sánchez busca desinflamar y Torra se va enterando de que el 47% de apoyo en las urnas es insuficiente
Joan Tapia
Presidente del Comité Editorial de EL PERIÓDICO.
Joan Tapia
La cumbre de este lunes decepcionará a los que creen en milagros. Los que piensan que Pedro Sánchez es un mixto de Kelsen y Miguel Herrero de Miñón que puede generar una fórmula que, en menos tiempo que un embarazo, dé a Catalunya más autogobierno y resuelva su encaje en España. O a los que quieren que el independentismo -que ha encontrado en Torra un bróker original- se rinda solo porque hizo el ridículo el 27-O, olvidando que ganó las elecciones del 21-D y que si reconoce que iba de farol puede perder al 47% que le viene votando desde el 2012. Con Torra -que va a Tarragona a presidir junto a Felipe VI tras romper relaciones con la Monarquía- toda previsión es aventurada, pero me arriesgaría a decir que, tras la cumbre, el vaso que hasta hace 30 días no estaba vacío sino agujereado por el fondo, tendrá un poco de agua.
Motivos para un muy cauto optimismo
Hay razones para el pesimismo, como la resolución rupturista del Parlament del jueves pasado -impulsada por la CUP, vista con recelo por ERC y arbitrada por JxC- que ha obligado al Gobierno de Sánchez a acudir al Constitucional. Si, como con Rajoy, pero es que la Constitución no cambia con la moción de censura. Y hay motivos para un muy cauto optimismo. El primero es el mero hecho de que la cumbre se celebre. Hace dos meses hubiera sido casi imposible (aunque Rajoy no la descartó), pero el resultado estaría cantado: un cero patatero de los de Aznar. Ahora es diferente.
Sánchez, que en Catalunya habla con Miquel Iceta y no con García Albiol, no quiere -sabe que es imposible- que el independentismo pida perdón por el disparate del 27-O que Aznar (que está detrás de Pablo Casado) califica de "golpe de Estado no resuelto". Sabe que el conflicto va para largo y que, como dijo la ministra de Justicia, antes que nada hay que desinflamar. Por eso ofrece diálogo (dentro del orden constitucional), acerca a los presos y busca algunos acuerdos. Cree que el saludo y las buenas maneras son condición 'sine qua non' para iniciar el deshielo, que no se debe (aunque se pudiera) gobernar España contra Catalunya y que, visto lo visto, Catalunya agradecerá los gestos. E incluso, optimista, apuesta a que España también porque, como decía Felipe González, la opinión pública no es la opinión publicada. España no es solo 'El Mundo' o la COPE.
Y el independentismo -dividido entre evolucionistas (ERC) y negacionistas (el puigdemontismo)- sabe que gobierna tras unas elecciones convocadas bajo el 155, que Europa no compra la imbecilidad del 'Españistán', que no puede repetir la intentona del 27-O y que, mientras piensa lo que debe hacer de mayor, necesita ganar tiempo. Y que, aunque solo Joan Tardà y Carles Mundó lo dicen abiertamente, el 47% es insuficiente. Necesitan engordar y no encerrarse con la CUP en el baño turco de la pureza rupturista. Por eso ERC y JxC votaron la moción de Iceta (con Domènech detrás) pidiendo un consenso catalán más amplio para negociar con Madrid. Contra la CUP, aliada por un día con Ines Arrimadas y García Albiol.
Apuesta: mañana en el vaso habrá algo de agua.
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