El nuevo Ejecutivo de Pedro Sánchez
Calibrar el rumbo
Todos los partidos que dieron apoyo a la moción tienen incentivos para mantener la cooperación y disipar el fantasma electoral
Astrid Barrio
Profesora de Ciencia Política de la Universitat de València. Miembro del Comité Editorial de EL PERIÓDICO
Astrid Barrio
En apenas una semana la política española ha experimentado un giro de 180 grados. El socialista Pedro Sánchez es presidente del Gobierno, Mariano Rajoy ha sido depuesto y ha abandonado la jefatura del PP, Podemos ha apoyado a los socialistas sin reservas, los independentistas catalanes han censurado a Rajoy y aun sin querer han dado un voto de confianza a los socialistas y el PNV no ha tenido más remedio que retirar su apoyo al PP por miedo a quedarse casi solo. El único partido que no se ha movido ni un ápice ha sido Ciudadanos.
Hasta ahora el comportamiento de los partidos respondía a unos cálculos basados en la existencia de una particular relación de fuerzas, en la posición institucional que ocupaban, en sus expectativas electorales y en una determinada previsión del calendario electoral. Y es precisamente todo esto lo que se ha visto alterado. Hay una nueva aunque circunstancial mayoría parlamentaria, hay una nueva oposición, posiblemente las expectativas electorales se hayan modificado y reina la incertidumbre en cuanto al calendario. Y en este nuevo escenario los partidos han de decidir qué rumbo tomar.
Todos los partidos que dieron apoyo a la moción, incluido el proponente, tienen incentivos para mantener la cooperación, aunque sea en aspectos parciales, y disipar prudencialmente el fantasma electoral. A Podemos para aparecer no solo como un partido responsivo sino también como un partido responsable y para acabar de purgar el error del 2016, a los nacionalistas vascos para cobrarse lo obtenido en los presupuestos y a los partidos independentistas catalanes para tratar de abrir el diálogo y normalizar las relaciones intergubernamentales, aunque no está claro que el conjunto del independentismo, en particular Junts per Catalunya y la ANC, avalen esa senda. Y al PSOE le interesa para tratar de recuperar terreno perdido ante los nuevos partidos y empezar a esbozar su proyecto para España.
De momento la composición y el diseño del Gobierno son toda una declaración de intenciones. Un Gobierno con la mayor presencia femenina de la historia recoge el clamor del 8-M, una ministra de Economía europeísta, un ministro de Exteriores de dilatada trayectoria y conocido por su beligerancia con los excesos del independentismo, una ministra de Trabajo crítica con la reforma laboral, una ministra de Justicia exfiscal y experta en lucha antiterrorista, una ministra de Administraciones Públicas catalana y firme defensora del federalismo y hasta un exastronauta al frente de Ciencia, Innovación y Universidades. Un Ejecutivo feminista militante que ofrece 'expertise', solvencia económica, europeísmo, política social y firmeza con Catalunya, al tiempo que diálogo. Una ambiciosa carta de presentación con la que pretende achicar espacios simultáneamente con Podemos y Ciudadanos.
Este último, muy descolocado, se enfrenta al dilema de si seguir compitiendo con el PP, ahora por liderar la oposición, o de si trata de buscar un perfil más cooperativo que amplíe su futuro potencial de coalición y le evite quedarse aislado. Y el PP ha de decidir si opta por una oposición responsable o por un 'revival' de la crispación.
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