EUROPA ANTE EL ESPEJO

Incómodo espejo italiano

La mayoría de ciudadanos de Italia cree que les iría mucho mejor fuera de la Unión Europea

Matteo Salvini, en el centro.

Matteo Salvini, en el centro. / periodico

Carlos Carnicero Urabayen

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Cada vez que los ciudadanos votan, la UE se mira al espejo. Es la mejor forma que tiene de tomar el pulso a su proyecto. Ni la marcha económica ni la proyección del poder en el mundo, entre otras variables, sirven por sí solas para legitimar la razón de ser europea: la decidida voluntad de los ciudadanos del continente de compartir un proyecto político y unir sus destinos.

El espejo italiano es incómodo. Según el último eurobarómetro, sólo el 39% de los italianos está de acuerdo con la afirmación: “Ser miembro de la UE es bueno para su país”. La mayoría de los italianos creen que les iría mejor fuera. ¿A quién puede sorprender que el revoltoso partido antiestablishment Cinco Estrellas y la extrema derecha de la Liga Norte sumaran juntas el 50% de los votos en las pasadas elecciones de marzo?

Nerviosismo latente

El 'establishment' de la UE está nervioso. Tiene razones para ello. Si salió mal parado en la consulta electoral de marzo –hasta el punto de que se ha pretendido un ministro de Economía que quiere salir del euro- la próxima vez podría ser peor. Dada la falta de gobierno y la debilidad que tendría uno tecnocrático, se especula con la convocatoria electoral en septiembre y se teme que los insurgentes conviertan la campaña en una suerte de referéndum sobre el euro. Una pesadilla para Bruselas en la tercera economía de la unión monetaria.

Cuando uno se ve mal en el espejo trata de cambiar de aspecto. Cuando sales mal una y otra vez –la extrema derecha registró hace poco su marca récord en Alemania– te pones nervioso. Le ha pasado al comisario europeo de Presupuesto, Günther Oettinger, que ha afirmado que “espera que los mercados sean una señal para que los votantes no den su apoyo a los populistas de izquierdas y derechas”.

El efecto del Brexit

Los nervios de Oettinger –desautorizado después por Juncker- esconden una impotencia: si no podemos eliminar las razones por la que los electores votan a partidos antieuropeos a la desesperada, confiemos en su pragmatismo final; uno prefiere ser infeliz antes que miserablemente infeliz, imaginan. Error. ¿Han olvidado el Brexit y los oídos sordos de los castigados por la austeridad ante el vaticinio de que la salida de la UE era un suicidio económico?

Lo explica bien François, el personaje de 'Sumisión', la novela del polémico Houellebecq: "Probablemente a aquellas personas que han vivido y prosperado en un sistema social les es imposible imaginar el punto de vista de quienes, al no haber esperado nunca nada de ese sistema, contemplan su destrucción sin especial temor".

Sin plan de integración

Italia lleva dos décadas de estancamiento económico desde su entrada en el euro. La crisis ha coincidido con la llegada desordenada de un alto número de inmigrantes sin un plan (europeo) de integración. Tomar medidas para solidarizar su acogida y una política monetaria favorable al sur de Europa puede desactivar el atractivo de los populistas. El problema es que eso incentiva a sus 'alter-egos' del norte y este de Europa. Urge un pacto y no es nada fácil

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