Opinión | EDITORIAL

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Parálisis preventiva por la nieve

La prevención es imprescindible, pero debe ser proporcional a la realidad meteorológica y adaptada al territorio

La nieve presente en la C-25, a la altura de Gurb.

La nieve presente en la C-25, a la altura de Gurb. / periodico

La gestión de las emergencias meteorológicas no es una ciencia exacta. Catalunya bien lo sabe, pues su clima hace que pueda sufrir inundaciones, olas de calor y también temporales de frío y nieve que sin ser tan rigurosos como los de la Europa continental sí crean problemas, sobre todo de movilidad. Cada invierno suele haber algún episodio de este tipo, algunos excepcionales y marcados en la memoria (como el del 2010) y otros que no han colapsado el país, como el que ha habido estos días. En efecto, la hiperbólicamente denominada ‘bestia del Este’, que ha creado muchos problemas en el resto de Europa y en otras partes de España, en Catalunya ha originado nevadas, lluvia y temperaturas fríasnevadas, lluvia, pero no ha supuesto afectaciones graves en el transporte. Nada que ver, por ejemplo, con las bochornosas imágenes de la autopista AP-6 colapsada con miles de conductores atrapados en la nieve del pasado mes de enero.

Para evitar este colapso, Protecció Civil impulsó una serie de medidas preventivas que ahora son objeto de debate. Por ejemplo, por primera vez prohibió la circulación de los grandes camiones por toda Catalunya, y se suspendió el transporte escolar, con todo el problema que ello implica para la logística familiar. A la vista de lo sucedido en el área metropolitana de Barcelona, donde nevó, con intensidad dispar, pero la nieve no cuajó en exceso y las principales vías no se vieron afectadas, es legítimo que algunas voces expresen la duda de que tal vez las precauciones fueron excesivas. Sirva como ejemplo la perplejidad de los camioneros extranjeros que habían atravesado Europa bajo un temporal mucho más duro temporal  y que se encontraron que en Catalunya, donde nevaba bastante menos, no podían circular.

Decíamos que la gestión de las emergencias meteorológicas no es una ciencia exacta, pero siendo cierto también lo es que desde la crisis del 2010 se impone una parálisis preventiva para evitar males mayores que en ocasiones llega al exceso de celo. Conviene estar preparados para evitar colapsos, pero también alarmas innecesarias para ni generar el efecto del pastor y el lobo: que a base de poner en marcha despliegues desmesurados, al final se pierda el efecto de la emergencia. La prevención es imprescindible, pero debe ser proporcional a la realidad meteorológica y adaptada a la situación y a las peculiaridades de territorio.