MIRADOR

Humor negro no, lo siguiente

Joaquin Phoenix, en un fotograma de 'Don't worry, he won't get far on foot', de Gus van Sant

Joaquin Phoenix, en un fotograma de 'Don't worry, he won't get far on foot', de Gus van Sant / periodico

Ramón de España

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Gus van Sant presentó en la Berlinale su última película, Gus van SantDon't worry, he won't get far on foot (Tranquilos, no llegará lejos a pie), basada en la aperreada existencia de un humorista gráfico cuya obra nunca se ha publicado en España, John Callahan (Portland, Oregón, 1951-2010), del que me hice fan a mediados de los 90, cuando un amigo que vivía en Nueva York me lo recomendó encarecidamente. Aunque llegó a publicar sus, digamos, chistes en revistas como Playboy o The New YorkerCallahan no logró ser tan famoso como algunos de sus colegas, tal vez porque eran legión los que consideraban sus dibujos una cima del mal gusto y de la incorrección política.

No sé qué habrá hecho Gus van Sant con la triste vida de John Callahan, redimida hasta cierto punto por un humor salvaje y crudo, sí, pero también eficaz, valeroso y oblicuamente reivindicativo

Y ciertamente, el hombre no se andaba con chiquitas. Es más, se creía con derecho a ello después de sufrir un accidente de coche a los 21 años -tras 24 horas ininterrumpidas de ingesta alcohólica en diferentes bares- y quedarse en una silla de ruedas para los restos. Sus víctimas preferidas eran los suyos: los enfermos, los tullidos, las personas más necesitadas de compasión. La compasión le daba asco, y encontró la manera de refugiarse en el humor para hacer frente a su situación personal. Nunca dejó de beber. Había empezado a hacerlo a los 12 años, para preocupación de sus padres adoptivos, los señores Callahan, que lo habían sacado previamente de un orfanato: nunca se averiguó la identidad de sus padres biológicos.

No sé qué habrá hecho Van Sant con la triste vida de John Callahan, redimida hasta cierto punto por un humor salvaje y crudo, sí, pero también eficaz, valeroso y oblicuamente reivindicativo. La presencia de Joaquín Phoenix en el papel principal siempre es una buena noticia, pero de Van Sant, que también es de Portland, se puede esperar lo mejor, lo peor y lo simplemente mediocre. Estaría bien que, aprovechando el estreno de la película, algún editor español se atreviese a publicar entre nosotros alguno de los libros que publicó Callahan y que tanto alabó Matt Groening, el papá de los Simpson. Lo de Callahan fue genio y figura hasta la sepultura, como demuestra el mensaje que tenía grabado en su contestador automático: "Soy John. Hoy estoy algo deprimido como para hablar contigo. Por favor, deja tu mensaje después de oír el disparo".