LA CLAVE
No solo el humo ciega los ojos
En la apelación tribal del nosotros-ellos de los nacionalismos, la razón se queda por el camino, los ojos cegados por el humo de los corazones inflamados
Luis Mauri
Director adjunto
LUIS MAURI
Los nacionalismos desprenden un humo denso que, como en la composición de Jerome Kern, rey de Broadway en los años 30 y 40, ciega tus ojos. Los tuyos, los míos y los de aquel, los de Pedro, María, los de Juan y José, que cantaba el gigante uruguayo Daniel Viglietti.
Los nacionalismos apelan a la emoción, a ese sentimiento ancestral basado en el binomio excluyente nosotros-ellos. En esta apelación tribal, la razón se queda por el camino, los ojos cegados por el humo de los corazones inflamados.
Este fenómeno lo conocen bien los apóstoles de las patrias y de los patriotismos. El humo distrae con gran efectividad a las masas de todo aquello que no es de interés para la causa de la Fe Única y Verdadera o bien discute o desvela las auténticas razones de los catequistas.
Atención a los asuntos perentorios
Con los ojos cegados por el humo, no vemos o no prestamos la atención que merecen muchos asuntos perentorios. Los escándalos de corrupción, saqueo y rapiña que cubren hasta el cuello a las derechas catalana y española quedan velados tras el flamear de las banderas.
No hay cortina más opaca que una bandera. Tras ellas desaparecen o se pretende hacer desaparecer asuntos principales como que el Estado nunca recuperará 40.000 millones de los más de 50.000 inyectados a la banca en el 2012, mientras que la hucha de las pensiones tiende de forma imparable a cero.
O que más de 170.000 personas esperan una intervención quirúrgica en Catalunya, un 3,4% más que hace un año. ¿Qué fue del cacareado plan de choque con que el conseller destituido y huido Antoni Comín iba a reducir en un 10% las listas de espera?
O que España es el segundo país de la UE, detrás de Chipre, donde más se ha disparado la desigualdad económica desde el inicio de la crisis: los primeros ejecutivos de las compañías del Ibex cobran de media 112 veces más que sus empleados.
O que parece que la crisis ya pasó. No para los asalariados (en el 2015, más del 13% de los empleados en España estaban inmersos en la pobreza), no digamos ya para los parados.
Pero nos tienen donde quieren: silbando la melodía de Kern.
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