Opinión | IDEAS
Escritor. Autor de 'Confeti' y 'Todo Messi. Ejercicios de estilo'.
Jordi Puntí
Escritor. Autor de 'Confeti' y 'Todo Messi. Ejercicios de estilo'.
Jordi Puntí
Ícaro abre sus alas
Por alguna razón misteriosa, siempre que vivo momentos extraordinarios me vuelve a la memoria ese cuadro famoso de Brueghel el Viejo, 'Paisaje con la caída de Ícaro', que está en el Museo de Bellas Artes, de Bruselas. Es una pintura fascinante del siglo XVI, con un labrador y su caballo arando en primer término, un pastor que mira al cielo mientras las ovejas pastan y el perro le hace compañía, con el sol en el horizonte y un barco que navega a toda vela... Y entonces, muy pequeñas, se ven las piernas de Ícaro hundiéndose en el mar. El sol ha deshecho la cera de sus alas y se ha caído, lejos del laberinto. En la mitología griega, la ley de la gravedad también existe. Un segundo más tarde, Ícaro habrá desaparecido bajo el agua y el mundo seguirá rodando. Como dice W.H. Auden, que dedicó un poema al cuadro ('Musée des Beaux Arts'), “con qué calma / todo se aleja del desastre”.
Me gustaría escribir sobre todo eso, y seguro que lo haré otro día, pero nada más poner las primeras palabras, es como si pretendiera que no ocurre nada excepcional
Escribir un artículo sobre cultura, hoy viernes al mediodía, es hacerlo a ciegas. Me gustaría hablar de las novelas-diálogo de Rachel Cusk. O escribir sobre Carlos Zanón, que con su novela 'Taxi' me ha hecho volver, tantos años después, a un disco maldito: el Sandinista. O sobre las grandes canciones que grabó Xavier Cugat cuando era muy joven, justo hoy que se celebran 27 años de su muerte. Me gustaría escribir sobre todo eso, y seguro que lo haré otro día, pero nada más poner las primeras palabras, es como si pretendiera que no ocurre nada excepcional. Es haber visto cómo se prepara Ícaro, abriendo sus alas, probando la rigidez de las plumas y la cera, y no decirle que esta mañana el sol de otoño es inusualmente fuerte, que el cambio climático se impone cada día y el sol brilla como en pleno verano.
Digo que escribo el artículo a ciegas, pero tengo orejas. Hoy el helicóptero ha vuelto a despertarme. En la calle, debajo de mi casa, la gente se reúne alrededor del parque de la Ciutadella y canta y grita con ilusión. Entretanto Ícaro se cala sus alas, las abre con torpeza, y es un gesto tan inconsciente que se hace imposible saber quién se apropiará de su metáfora: cuál de los dos futuros que tenemos delante acabará siendo la víctima de un error.
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