Análisis
La verdad siempre emerge
Las consecuencias económicas de ir hacia el abismo ya nos están pasando por encima
A medida que nos alejamos de la pasión que envolvió la jornada del 1-O, la verdad emerge con todos sus matices. La actuación policial merece críticas por diversas razones. Fue una operación improvisada. Y eso pese a que el incumplimiento de las órdenes judiciales por parte de los Mossos era previsible desde días antes. El mayor Trapero aplicó la máxima de 'obedezco pero no cumplo'. El operativo fue también inútil en relación al objetivo de impedir de forma generalizada la votación independentista. Políticamente no tenía tampoco ningún sentido desde el momento en que el ministro Zoido dijo esa misma mañana que el referéndum era un «paripé». Finalmente, la actuación policial es censurable en todos aquellos desalojos en que el uso de la fuerza fue desproporcionado. Es necesaria una comisión de investigación imparcial para aclarar bien los hechos.
El separatismo no solo estuvo encantado con esa torpe actuación del Ministerio del Interior, sino que también difundió imágenes violentas que no se correspondían con el 1-O para crear un relato de brutalidad policial. También hubo quien exageró los daños recibidos, como una concejala de ERC que difundió que le habían roto uno por uno los cinco dedos de una mano y que la policía la había magreado. Al día siguiente reconoció que solo tenía una inflamación y en los vídeos tampoco aparece ninguna agresión sexual. Pero a la incendiaria alcaldesa Ada Colau le faltó tiempo para difundirlo a los cuatro vientos. Hay una lista de falsedades que la prensa internacional, como ayer 'Le Monde', está explicando, porque la cifra de más de 800 heridos es muy llamativa pero no casa bien con que solo haya habido dos personas hospitalizadas.
El riesgo de que los líderes del ‘procés’ sigan adelante en el camino del ‘cuanto peor mejor’ es muy alto
En cualquier caso, Rajoy regaló al independentismo todo lo que deseaba para salpicar su relato sobre la «represión» del Estado español. Y todo eso acabó por crear un clima social desquiciado que puso la pista de aterrizaje para esa singular 'huelga de país' contra los abusos policiales. En realidad, el martes lo que hubo fue un cierre patronal político de la principal empresa en número de empleados de Catalunya, la Generalitat, seguido por todo el sector público, la mayoría del comercio y protagonizado en la calle por los estudiantes.
La otra verdad que emerge es la imposibilidad de implementar una eventual DUI. Las consecuencias económicas de acercarnos al abismo ya nos están pasando por encima: hundimiento de los valores de las dos entidades financieras catalanas, seguido del traslado de sede fiscal a otras partes de España, así como el de otras tantas empresas importantes. ¡Menudo negocio estamos haciendo los catalanes con el 'procés'! Entre tanto, Puigdemont y Junqueras suspiran ahora por una mediación. Tras el subidón del 1-O ha empezado el descenso a los infiernos de sus propias contradicciones. Ya veremos qué hacen el próximo lunes tras la prohibición del TC de reunir el Parlament y la extraña propuesta de pleno de Catalunya Sí que es Pot. Los líderes separatistas saben que si no hay independencia acabarán inhabilitados, arruinados y probablemente en la cárcel. Por eso el riesgo de que sigan adelante en el camino del 'cuanto peor mejor' es muy alto.
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