CONTRAPUNTO
Guerra por los pilotos con los pasajeros de víctimas
Cancelar 2.000 vuelos como ha hecho Ryanair debería estar mucho más penado
Salvador Sabrià
Periodista
Salvador Sabrià
En algunas zonas turísticas de China en las que hay un exceso de demanda en los restaurantes que a veces es difícil de atender, hay equipos enteros de personal de cocina que deciden casi al día en qué empresa trabajarán, según cual sea la oferta económica que les convenza más. Es como la reforma laboral, pero llevada al extremo al revés en este caso. La historia, explicada por un jefe de cocina de un restaurante internacional que se tenía que enfrentar casi diariamente a este problema, viene a la cabeza ante la cancelación de más de 2.000 vuelos decidida por la compañía irlandesa Ryanair. La versión oficial es que la aerolínea ha realizado una mala planificación de las vacaciones de sus pilotos y, ante la falta de oficiales, se ha resentido su puntualidad (aspecto muy penado por los usuarios a medio plazo). La solución, fácil: se cancelan los vuelos que hagan falta y se compensa, mínimamente, teniendo en cuenta el daño causado, a los clientes afectados.
La versión real se parece más al ejemplo chino. Ante la fuerte demanda de pilotos con experiencia, muchos de los que trabajaban para Ryanair a través de empresas de subcontratación se han pasado a otras compañías que les ofrecen mejores condiciones económicas, o de calidad de vida, o con posibilidades de ascender. Ryanair se ha caracterizado por ser una de las aerolíneas más rentables del mundo y gran parte de ello se debe al escaso peso de los costes laborales sobre el total. También es una de les compañías que exigen menos horas de vuelo a un piloto para contratarlo. O sea que para muchos acaba convirtiéndose en una palanca para poder pasar a otras aerolíneas que exigen más experiencia y también pagan más y mejor. Mientras no había suficiente demanda de pilotos, Ryanair tenía pocos problemas. Con la aparición de nuevas compañías o el crecimiento de otras y la llegada del bajo coste incluso en vuelos intercontinentales, el mercado se ha abierto y se han incrementado los trasvases de personal entre empresas.
Unos de los más perjudicados en esta guerra de pilotos han sido los sufridos usuarios. Anunciar en plena temporada de verano que se cancelan miles de vuelos supone cargarse las vacaciones de otros tantos miles de personas, que difícilmente podrán considerarse compensadas con una aportación económica. Y menos cuando la causa de las cancelaciones no es un fenómeno imprevisto, como un huracán o una huelga salvaje de controladores, sino una mala programación.
La legislación europea debería ser mucho más contundente en este tipo de casos con multas u obligaciones de resarcir al viajero frustrado que realmente afectasen a las cuentas del incumplidor. Cuatro millones de euros, la cifra que suena como sanción por este caso, es una ridiculez frente a los 1.242 millones de beneficios declarados por la empresa en el 2016. Y no vale el argumento de que los billetes son muy baratos. También lo son muchos alimentos, y no por ello tienen que cumplir menos condiciones sanitarias que otros más caros.
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