Análisis
Colau, Puigdemont y el listo de Assange
La alcaldesa y el 'president' persiguen sus respectivos réditos con un pacto de mutua conveniencia
Luis Mauri
Director adjunto
LUIS MAURI
Con el acuerdo de mutua conveniencia suscrito el jueves por Carles Puigdemont y Ada Colau, ambos pretenden salvar sendos obstáculos de peso que se interponen en sus respectivos caminos. El presidente de la Generalitat necesitaba imperiosamente la participación de los 'comuns' en el referéndum del 1 de octubre para darle una mano de barniz legitimista y aparentemente plural a una convocatoria unilateral, ejecutada mediante el quebranto de los derechos parlamentarios de la oposición y proscrita por la ley. El hecho de que los seguidores de la alcaldesa de Barcelona consideren el 1-O como una movilización política y no como un referéndum con garantías y mucho menos vinculante es una contrariedad menor para el 'president'. La recompensa de Puigdemont es que ahora puede romper el aislamiento del bloque estrictamente independentista y optar a una participación más numerosa en la consulta.
Una habilidad singular
Y Colau necesitaba poder seguir nadando entre dos aguas en la cuestión nacional, una disciplina en la que ha demostrado una habilidad singular pero en cuyo ejercicio hallaba mayores dificultades a medida que se acercaba el día D. Sobre todo una vez que su grupo de referencia en el Parlament, después de ser avasallado por la mayoría, se expresara con una claridad y una coherencia democráticas impecables por boca de Joan Coscubiela.
Colau y Puigdemont han alcanzado sus objetivos: la alcaldesa no pone locales municipales a disposición del 1-O pero la maquinaria nacionalista de 'agit-prop' (medios públicos, algunos privados y la jauría digital) se abstiene de lincharla como hace con muchos ediles desafectos a la causa de la independencia y se deja una puerta abierta a posibles pactos poselectorales en el Parlament. A cambio, Puigdemont logra que Colau se pronuncie sin ambages a favor de ir a votar y añada su firma a la carta del 'president', Oriol Junqueras y Carme Forcadell a Mariano Rajoy y Felipe VI.
Vaya, no recuerdo ahora dónde escuché que las componendas eran cosas de la vieja política.
Ojalá tenga que comerme este análisis, pero es harto improbable que de aquí al 1-O desaparezcan o se enmienden como por arte de ensalmo la irresponsabilidad de Estado del PP, la falta de coraje del PSOE, la mezquina huida hacia adelante de los posconvergentes, el mesianismo de una Esquerra que mira a la derecha ni el retoñar del carlismo.
Por si este elenco de actores no fuese suficiente para arruinar cualquier empresa, Julian Assange acaba de sumarse al festival. Poseído por un inopinado y compulsivo interés por Catalunya, ha escrito que el 1-O dará lugar a un nuevo Estado o a una guerra civil. Fino analista, este Assange. O se cree su propio razonamiento, lo que demostraría los estragos que cinco años de encierro pueden hacer en la capacidad de raciocinio. O es una consigna propagandística vaya usted a saber al servicio de qué intereses geoestratégicos. O es una invitación a que el conflicto catalán entre de lleno en la vía violenta. Un tipo de fiar, sí.
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