Opinión | Editorial
La CUP y la protesta en la calle
En los inciertos tiempos políticos actuales, todos los actores deben hacer un esfuerzo extra de responsabilidad
Arran, la organización juvenil afín a la CUP, asumió la autoría del ataque a un Bus Turístic en Barcelona la semana pasada. «¡No es turismofobia, es autodefensa contra al barriocidio!», afirmó Arran en un mensaje difundido por Twitter para justificar que cuatro encapuchados atacaran el autobús, le pincharan una rueda y efectuaran pintadas. Ayer, la CUP protagonizó otra acción en la calle: una protesta ante el cuartel de la Guardia Civil en la Travessera de Gràcia de Barcelona para protestar por la investigación que el cuerpo policial está llevando a cabo sobre los preparativos del referéndum del 1-O. La manifestación, a la que asistieron alrededor de un centenar de personas, tuvo otra de contrarréplica, con una asistencia similar.
Manifestarse en la calle es un derecho siempre y cuando se lleve a cabo dentro de los cauces legales establecidos para ello, y la agitación callejera forma parte del ADN de la CUP, como sus portavoces suelen afirmar con orgullo. Es, pues, legítimo protestar y criticar al Gobierno del PP porque solo recurra a la justicia para solucionar un problema político, pero no lo es hostigar a un cuerpo policial por hacer el trabajo que le corresponde. De la misma forma, atacar un autobús turístico nada tiene que ver con denunciar los problemas –sin duda, muy complejos– que genera el turismo en Barcelona. En los inciertos tiempos políticos actuales, todos los actores deben hacer un esfuerzo extra de responsabilidad. También la CUP.
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