Desahucios e infancia: ¿quién asume los costes sociales y emocionales?
A veces la angustia por el riesgo de perder el hogar puede durar años de tensiones que los padres transmiten a sus hijos
Sira Vilardell
Vocal de ECAS y directora de la Fundació Surt
SIRA VILARDELL
Es difícil olvidar la expresión de un/a niño/a o un/a joven que ha perdido su casa, como lo es explicarle por qué ha sucedido tal cosa. Por qué aquel espacio propio de referencia, seguridad y construcción de aprendizajes e identidad, de repente ya no existe. ¿Cómo explicarle a un/a menor que se priorizan los intereses y beneficios bancarios o particulares antes que la protección del derecho a la vivienda, a pesar de ser un derecho fundamental reconocido en la Declaración Universal de los Derechos Humanos? ¿Cómo transmitirle que el contexto en que deberá vivir será de creciente desprotección e inseguridad en una sociedad que normaliza peligrosamente la vulneración sistemática de derechos? Y lo más importante: ¿cómo asegurar la protección de los derechos de la infancia y evitar que los efectos de una vivencia tan traumática deriven en factores de exclusión social añadidos que determinen su vida?
La crudeza de los desahucios no nos resulta desconocida. Demasiado a menudo vemos a familias expulsadas de su hogar sin alternativa y le ponemos rostro a la extrema vulnerabilidad. Pero la vivencia y los efectos de esa realidad en la infancia y en la adolescencia es una segunda parte del drama que escapa a las imágenes que nos suelen llegar. Es la cara más inocente y más vulnerable, pero cuesta encontrar datos del impacto social y emocional de un desahucio en los hijos de las familias afectadas.
Los efectos de un desahucio no empiezan en el momento en que la familia pierde su casa; el proceso empieza mucho antes. En ocasiones la angustia por el riesgo de perder el hogar puede durar años de tensiones y conflictos que padres y madres transmiten a sus hijos e hijas. Vivencias y sentimientos de inseguridad e inestabilidad en un momento de desarrollo cognitivo, emocional y social que determinan e influyen en dicho desarrollo.
La depresión y la ansiedad son dos de las patologías más comunes en los menores de familias que han sufrido un desahucio, pero los impactos pueden llegar a tener una dimensión mucho más amplia. En términos de salud y bienestar presente, pero también de rendimiento y expectativas de futuro: baja autoestima, dificultades en establecer relaciones, desmotivación y rechazo social, pérdida de interés en el aprendizaje, fracaso escolar, adicciones, conductas autodestructivas...
EFECTOS DEVASTADORES
Hay expertos que aseguran que un desahucio en la infancia puede tener un impacto similar a un accidente de tráfico o una catástrofe natural, y a pesar de conocer sus efectos psicológicos devastadores no se garantiza un acompañamiento psicológico y social durante el proceso. Por ello cabe reclamar medidas de protección específicas que garanticen los derechos de los/as menores y aseguren su bienestar, acompañadas forzosamente de la debida protección a sus progenitores para que las medidas no sean puramente paliativas. Las políticas preventivas deben empezar por garantizar la subsistencia mediante unos ingresos mínimos a todas las familias.
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