EL DESARME DE ETA
Vencedores y vencidos
En el fin de ETA hoy hay vencedores y vencidos. En Catalunya, el empecinamiento del separatismo por situar a las instituciones de autogobierno fuera de la ley acabará con resultados parecidos
El independentismo vasco está en mínimos históricos, ETA ha sido derrotada por las fuerzas de seguridad, sus presos siguen en la cárcel y no va a celebrarse ninguna consulta de autodeterminación. El enorme sufrimiento social que ha causado no le ha servido políticamente para nada. Esta es la gran lección que la izquierda aberzale, con Arnaldo Otegi a la cabeza, se niega a reconocer y por eso intenta camuflar su fracaso presentándose ahora como arquitecto de la paz. Pero es que, encima, ETA sigue llegando tarde. La entrega del armamento el pasado sábado tenía que haberse producido cuando en el 2011 anunció el cese definitivo de sus actividades criminales. Igual que ahora tenía que haber efectuado en un solo acto el desarme y su disolución definitiva. Por las mismas razones que su existencia jamás tenía que haber cruzado la línea histórica de 1977, tras las primeras elecciones democráticas y la ley de amnistía, auténtico borrón y cuenta nueva de la que tantos disparates se han dicho últimamente, pero que permitió iniciar un proceso constituyente en España sin vencedores ni vencidos.
En democracia es absurdo hablar de conflicto vasco, como tampoco existe en realidad el problema catalán. Si acaso hay una disputa entre vascos, o entre catalanes, por aspiraciones políticas diferentes. En un Estado democrático y de derecho, aquellos que deseen otro marco solo tienen un mecanismo legítimo: las urnas y el respeto a la ley. Porque sin respeto a la ley no hay democracia. Querer imponer tu voluntad mediante la violencia es terrorismo. Querer forzar el cambio del estatus político desde el poder, recurriendo a astucias o desobediencias, parapetándose en manifestaciones o encuestas pero sin atenerse a los procedimientos consensuales y las reglas de la mayoría en cada caso, es golpismo institucional. En democracia, querer hacer lo uno o lo otro tiene consecuencias. En el fin de ETA hoy hay vencedores y vencidos. En Catalunya, el empecinamiento del separatismo por situar a las instituciones de autogobierno fuera de la ley acabará con resultados parecidos
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