La pasión de Piqué, la pasión de Messi

El vehemente defensa del Barça no ha dicho nada que no se supiera. El '10' sufre en Argentina, quizá está huyendo

Piqué vigila a Mbappe, la joven estrella francesa, en el duelo de París.

Piqué vigila a Mbappe, la joven estrella francesa, en el duelo de París. / periodico

ELOY CARRASCO

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Piqué se le volvió a calentar el soplete y aquello se convirtió en un lanzallamas. La prudencia jamás estará entre sus dones, pero lo que dijo es bastante irrefutable. En cristiano: que en el palco del Bernabéu se cuecen conchabanzas y chanchullos que afean el estricto sentido de la deportividad. Nadie se había dado cuenta. Lo que más llama la atención es que el encargado de emitir ciertos mensajes en el Barça quizá es demasiado timorato, y por eso 'Mortadelo Piqué' se tiene que poner el disfraz de portavoz cuando se ha quitado el de futbolista mientras tiene a mano el de conseguidor de patrocinadores, por si acaso.

El fútbol, se dice, es la cosa más importante entre las que no son importantes. Es también una caldera de pasiones y a veces acaba derivando en cuestión de Estado. Veamos a Messi. Argentina está que arde contra la FIFA y como su presencia en el Mundial peligra las más dislocadas teorías de la conspiración han echado a volar.

EL GRAN ORGASMO DE ISLANDIA

A menudo se ha escrito que la selección argentina es "Messi y 10 más", pero hay quien con ingenio invierte la cuenta: "Argentina es Messi y 10 menos". Sin meterse en ecuaciones, qué mal juega ese equipo, poblado por futbolistas de segunda fila entre los que cabe imaginarse horrorizado al mejor del mundo, dirigido además por un técnico incompetente y encima orgulloso. "Estoy entero. No me van a torcer", ha dicho Bauza. No todos pueden tener la labia de Piqué. Así que no faltarán adeptos si alguien suelta otra teoría disparatada (¿seguro?), la de que los insultos de Messi a aquel linier brasileño perseguían precisamente una sanción que lo alejara del infierno patrio. Pechofrío, le llamaban hace unos años.

Tanto la pasión de Piqué como la de Messi, y valgan las distintas acepciones que ofrece la polisemia, son necesarias para el puchero del fútbol. Como la de la remota y fría Islandia, que vive un 'baby boom' justo nueve meses después de aquella Eurocopa que para ellos fue orgásmica, por lo visto literalmente.