La misteriosa bipolaridad azulgrana

Messi, durante el partido del Barça ante el Deportivo en Riazor.

Messi, durante el partido del Barça ante el Deportivo en Riazor. / REUTERS / MIGUEL VIDAL

ALBERT GUASCH

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Viendo la remontada del Barça ante el París SG, el novelista Pepe Mel –tres obras de ficción le avalan– podía perfectamente haber pensado aquello tan reiterado de que la realidad futbolística es a veces más mágica que la literatura inventada. Como entrenador del Depor, ayer le correspondió vivir su propio final feliz. Una victoria de ensueño. El equipo de Luis Enrique reiteró, en cambio, la desconcertante actitud bipolar que le ha caracterizado esta temporada. Capaz de lo más excelso y de lo más vulgar. Y conste que ha jugado este año peores partidos que en Riazor. Pero si el miércoles, tras la remontada histórica, las redes sociales de la entidad azulgrana ganaron 100.000 seguidores en una hora, ayer pudo perfectamente haber perdido a unos cuantos de esos.  

La derrota, además de propinar un bajón vertiginoso de adrenalina tras la borrachera de euforia, recupera inquietudes conocidas y que el aficionado creía ya desterradas. ¿Qué ocurre con la segunda unidad, que cuando adquiere protagonismo se resiente el equipo? Y, sobre todo, ¿le ocurre algo a Messi

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Hueco en la chistera

Máxima prudencia aquí. Ningún ánimo de criticar. Solo dejar tímida constancia de que nos hemos dado cuenta de que sus regates no son limpios últimamente. Que lleva unos partidos sin capitalizar el juego azulgrana. Que de su chistera no salen palomas blancas. Y que seguro que enseguida volverá a dar lo mejor de sí mismo. Punto. Para cuestionar a Messi, mejor ser el últimoMessi.

Sigamos preguntándonos sobre aspectos del juego azulgrana que hacen fruncir el ceño. ¿A qué se debe la insistencia de Luis Enrique en alinear a André Gomes? Ni que fuera el hijo del amo. El técnico asturiano tiene a veces estas cosas. Se encapricha de jugadores y los pone pese a que el criterio general apunta a que no debería hacerlo. Viene a la cabeza, por ejemplo, el caso de Munir y su reiterada titularidad. Más minutos que méritos.

El segundo curso

El joven portugués está estigmatizado por la grada más exigente y menos indulgente. Evidentemente, eso no ejerce ninguna influencia en Luis Enrique. Le sobra personalidad para soportar estas presiones. Pero André Gomes no ha demostrado, por las razones que sean, la gran calidad que se le intuye. Posiblemente habrá que esperar a la próxima temporada. Muchos buenos futbolistas se han destapado en el Camp Nou en el segundo curso.

Conviene preguntarse igualmente si la escuadra barcelonista ha creado una dependencia de Neymar. Sin él su juego se vulgariza. Es el futbolista más en forma, el que percute, insiste y verticaliza mejor desde hace muchas semanas. Se le echó de menos en Riazor para perseguir una Liga que sigue al alcance. No hay equipo infalible arriba. Al igual que una novela de intrigas de Pepe Mel, este es un campeonato al que se le adivinan aún muchos giros. Misterioso como el Barça.