El fin de la ilusión y el desliz (o no) de Draghi

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JESÚS RIVASÉS

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Janet Louise Yellen, presidenta de la Reserva Federal -el banco central de Estados Unidos- es, junto con algunos jueces, uno de los escollos con los que ha topado Donald Trump. No puede apartarla de su cargo, ni imponerle sus políticas. La Reserva Federal es independiente del Gobierno estadounidense y puede actuar por su cuenta. Yellen, que tiene el inmenso poder de crear y destruir dinero y de fijar su precio, defiende su independencia y sugiere una subida de los tipos de interés en marzo. Es el principio del final de la ilusión de una época única con el dinero extraordinariamente barato -ahora gratis en Europa-, utilizado como bálsamo de Fierabrás contra la Gran Recesión y que ha creado una situación monetaria a la que hay que encontrar una salida para prevenir futuras burbujas y crisis.

El trabajo de Yellen es delicado, pero todo se complica porque su mandato expira en enero del 2018. Puede ser confirmada en el puesto, pero lo más probable es Trump coloque ahí a alguien más afín y menos independiente, que abriría otra incógnita monetaria gigantesca. En tiempos de Nixon -y en menor medida en la época de Johnson- ya hubo jefes de la Reserva Federal complacientes con los respectivos presidentes americanos con resultados lamentables.

El fin de la ilusión monetaria en EEUU -antes o después llegará a Europa- coincide con la reaparición del fantasma de la inflación. En la eurozona roza el 2% y en Alemania alcanza del 2,2% -el 3% España- lo que aumenta las presiones para que Mario Draghi, presidente del Banco Central Europeo suba los tipos de interés, algo que puede ser tremendo para países "deudo-dependientes" como España, con un billón de deuda pública. Y también sería tremendo para los deudores privados, empresas o familias. Algunos expertos creen que la inflación actual es coyuntural, pero nadie lo garantiza, y la inflación -hay que recordarlo- es el impuesto de los pobres y una de las fórmulas mejores para crear desempleo, además de un histórico germen de populismos.

 La reaparición de la inflación en Europa coincide con el desliz -¿o no?, como diría Rajoy- de Mario Draghi, el hombre que salvó al euro, al advertir por carta a dos eurodiputados italianos -contrarios al euro- de que la salida de un país del euro significa saldar las "obligaciones" -deudas- con el Eurosistema, lo que para Italia supondría pagar 360.000 millones de euros. Los exégetas de Draghi hablan de desliz porque es una manera de admitir que se puede salir del euro e indicar el camino. Otros explican que es un advertencia de un precio imposible de pagar, porque el adiós al euro supondría una devaluación de la moneda local y esa cantidad se multiplicaría. En el caso español, la cifra inicial sería de 350.000 millones, pero el problema es que a Francia apenas le costaría 12.000 millones. Alemania ni se lo plantea porque es acreedora en casi 800.000 millones. ¿Desliz o advertencia al final de la ilusión y con la amenaza de la inflación?