LA CLAVE
El monigote global
Las payasadas sde Trump son carne de 'talk show', tiras cómicas y memes en internet, pero también el rostro cómico de decisiones trascendentes de terribles consecuencias
Juancho Dumall
Ha trabajado en las áreas de Política, Opinión y en la edición del fin de semana.
JUANCHO DUMALL
Imitadores, cómicos, caricaturistas y dibujantes de viñetas coinciden en que la llegada de Donald Trump a la Casa Blanca ha sido una bendición para quienes viven del humor. Pocos personajes públicos, y menos de ese calibre, tienen un perfil tan propicio para la sátira. El nuevo presidente les da medio trabajo hecho.
En los reportajes que Juan Fernández y Anna Abella publicaron ayer en EL PERIÓDICO, diferentes profesionales coinciden en que el peinado imposible, los gestos exagerados y la corbata extralarga, entre otras cosas, hacen que la parodia salga sola. Lo que ocurre hoy con Trump recuerda a los tiempos en los que no había caricato en España que no tuviera en su repertorio los rasgos histriónicos de Raphael o de Julio Iglesias.
Las redes sociales contribuyen ahora a expandir en todo el mundo las burlasredes sociales sobre el que es desde hace unos días, y conviene no olvidarlo, el hombre más poderoso del planeta. Podemos reírnos mucho con el salero de sus imitadores –desde Alec Baldwin, hasta Javier Gurruchaga o Los Morancos–, pero haríamos mal en convertir a Trump en una especie de muñeco del pim, pam, pum exclusivamente en el terreno del humor. Sus payasadas son carne de 'talk show', tiras cómicas y memes en internet, pero tales bufonadas son el rostro cómico de decisiones trascendentes y muchas de ellas de terribles consecuencias.
Aquí todavía recordamos cómo el 'personaje Jesús Gil' cobró más relevancia ante la opinión pública que el 'político Jesús Gil', que impunemente saqueaba Marbella en medio de chistes y chirigotas.
EL BIGOTILLO DE HITLER
Cuando Charles Chaplin hizo en 1940 la desternillante sátira de Adolf Hitler en 'El gran dictador', satirizó el bigotillo del líder nazi, su indumentaria militar, sus braceos exagerados, su megalomanía al danzar ridículamente con un globo terráqueo. Pero Chaplin no olvidó cerrar esta obra maestra del cine con un discurso final donde ya no había sitio para la sátira. Hitler no era solo el personaje del bigotillo y el saludo a la romana. Era un peligro para la humanidad que no daba ninguna risa.
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