Mas sopesa dar un paso al frente
La tenacidad ha conducido al 'expresident' a la incapacidad de admitir errores
El miércoles pasado escribí que Artur Mas barajaba volver a ser candidato a la Generalitat porque creía que saldría reforzado de una posible condena judicial. Y añadía que una de sus cualidades (hoy lo dejaría en 'rasgos') era una "tenacidad a prueba de bomba".
Este lunes, en una extensa entrevista con Jordi Basté, explicitó ambas cosas. Dijo que no podía excluir su candidatura porque estamos en un punto tan especial en el que nadie puede decidir apartarse voluntariamente. Aunque, curiosamente, acto seguido defendió la coherencia del 'president' Puigdemont, que se ha autoexcluido. Mas afirmó también que lo primero que pasaría en Catalunya en las próximas semanas sería su juicio político --junto a las 'conselleres' Ortega y Rigau-- por el Tribunal Superior de Justícia de Catalunya. Y que la condena era casi segura, pues la sentencia estaba "prerredactada".
EL ERROR DE HACER DE LA CUP BISAGRA
Pero la tenacidad de Mas le ha conducido a la incapacidad de admitir errores. Pese a que hace un año se retiró a cambio del compromiso de la CUP de garantizar la estabilidad del Govern, y pese a que durante este tiempo los asamblearios han incumplido repetidamente el pacto, no extrae la inapelable conclusión de que seguir con el programa previsto, cuando los electores dejaron a Junts pel Sí a seis escaños de la mayoría solicitada, fue un grave error ya que convirtió a la CUP en la bisagra exclusiva e indispensable. Al no saber adaptar el programa al dictamen de las urnas, JxSí hizo que --contra lo que dice Jordi Turull-- los 10 diputados de las CUP pesen casi lo mismo que los 62 de JxSí y se hayan convertido de facto en los árbitros del Parlament. La CUP representa el voto del 8% de catalanes que están --legítimamente-- indignados, pero son el último grupo parlamentario.
UNAS EXTRAÑAS CONCLUSIONES
Y el error es descomunal. El propio Mas admitió que si la CUP no votaba los presupuestos del 2017 no sería solo su "paso al lado" sino los esfuerzos de muchos independentistas de los últimos años lo que no habrán servido para nada. ¿Fue sensato poner todos los huevos de "la nueva centralidad del catalanismo" en manos de un grupo asambleario y anticapitalista que propugna además que Catalunya salga de la UE? Fue un disparate, aunque en esto quizá ahora la CUP no esté demasiado lejos de los vaticinios de desintegración de la UE que formula Donald Trump.
Y la tenacidad sin límites puede llevar hasta el desvarío. Al ser preguntado por Basté sobre la advertencia de Josep Oliu de que el Banc Sabadell, si era necesario, podría trasladar con rapidez su sede social fuera de Catalunya, Mas pretendió descafeinar el mensaje y añadió que, en todo caso, las cosas se harían muy bien y que las instituciones financieras catalanas no debían temer quedar fuera de la UE. ¿Cómo lo sabe? ¿Cómo lo puede garantizar? ¿Con los fieles y seguros votos de la CUP?
El problema no es ya si Anna Gabriel o David Fernandez, sino que las circunstancias --no todas culpa suya-- han llevado a que un político preparado, que se definía 'business friendly', haya llegado a tan extrañas conclusiones.
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