Sobre protocolos y gestoras
No sería edificante, ni positivo, un socialismo español sin la sensibilidad especifica del PSC
Celestino Corbacho y Joan Ferran
Exdiputados del PSC en el Parlament de Catalunya.
CELESTINO CORBACHO / JOAN FERRAN
Las gestoras en el socialismo hispano no son una novedad. Hace casi 38 años –en 1979- una gestora dirigió los destinos del PSOE a lo largo de más de cuatro meses hasta la celebración del congreso extraordinario que encumbró a Felipe González como secretario general del partido. Ahí empezó la senda que llevaría al socialismo español a vencer en las elecciones generales del 20 de octubre de 1982. Otras gestoras, en múltiples momentos y ámbitos, también han actuado como bote salvavidas en situaciones delicadas y complejas. La experiencia nos indica que, tras una etapa de interinidad, suele germinar una salida positiva.
En aquellos tiempos, de transición y asentamiento de proyectos políticos, el cosmos socialista estaba tan pendiente de debatir acerca del marxismo y la lucha de clases, como marca definitoria de sus genes, que pasaban desapercibidas cuestiones de carácter interno tales como la participación del PSC en la dinámica del PSOE. Tanto era así que apenas levantó señales de alerta la adopción de un protocolo de unidad según el cual "el PSC en virtud de su soberanía, decide la participación en organismos representativos y decisorios comunes con el PSOE"… A partir de ese momento, y hasta nuestros días, el PSC ha estado presente y ha participado en los órganos de dirección del socialismo español. Los socialistas catalanes se vanaglorian de haber actuado siempre como un elemento puente, cohesionador de la sociedad civil en Catalunya. El balance de esta relación pactada ha sido, en el terreno electoral, altamente positivo para el socialismo español.
Es evidente que los conflictos, contradicciones y disputas protagonizadas por los socialistas, a lo largo de los últimos meses, han colocado al PSOE en una situación de ‘fuera de juego’ difícil de digerir para sus militantes y electores. Sabido es que la dilatación en el tiempo de los problemas, lejos de zanjarlos, los agudiza. Las interinidades no son buenas por lo que tienen de indefinición, de provisionalidad. Las gestoras, por definición, deben apresurarse a encontrar a todos los niveles el camino de la normalidad.
Tras la votación de investidura de Mariano Rajoy uno de los asuntos polémicos de las relaciones PSC-PSOE es el amago de romper el protocolo de unidad suscrito hace casi 40 años. Eliminar lo que, hasta el día de hoy, ha funcionado correctamente sería un error. Un desencuentro puntual -en un momento excepcional de máxima tensión- interpretado con mirada reglamentista, sin ponderar aspectos emocionales y ambientales específicos seria una terrible equivocación. No se entendería un socialismo catalán desvinculado del español. No sería edificante, ni positivo, un socialismo español sin la sensibilidad especifica del PSC. Incluso podría ser interpretado como una jugada de escaso nivel moral para favorecer a no se sabe bien quién. Sea quien sea la persona que asuma la responsabilidad de liderar el PSOE ha de saber que la forma más idónea para restañar heridas no pasa por la eliminación de protocolos, sino por la intensificación de los vínculos políticos.
En este contexto sería de agradecer que la gestora que encabeza Javier Fernández, una vez marcadas las fechas congresuales, asumiera también como objetivo el diálogo acerca de las relaciones PSC-PSOE sin reproches ni ajustes de cuentas.
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