El 'caganer' redundante
Ya han creado el 'tió' de Navidad convertido en 'caganer', dos tradiciones por el precio de una
Jordi Puntí
Escritor. Autor de 'Confeti' y 'Todo Messi. Ejercicios de estilo'.
JORDI PUNTÍ
No sé si habrá una relación de causa-efecto, pero desde que Donald Trump ganó las elecciones, en Estados Unidos están descubriendo las tradiciones escatológicas de la Navidad catalana. Hace poco 'The New York Times' dedicó un artículo al 'caganer', con imágenes de Trump y Clinton en plena faena y con una explicación histórica del fenómeno. Y unos días después, la humorista Kate McKinnon, de 'Saturday Night Live', dijo en una entrevista en la tele que ya era hora de que los americanos hicieran «'the cagatió'». Luego contó cómo funcionaba e incluso tradujo al inglés el fragmento de la canción que pide que no «cague arenques, que son demasiado salados».
Alguien se preguntará de dónde viene este interés, y la respuesta es muy fácil: del turismo galopante. En las tiendas de la Rambla ya hay 'caganers' todo el año y, por si no fuera bastante, en el aeropuerto de Barcelona hay una tienda fascinante. Se llama Thinking Barcelona y, aunque con este nombre parezca una sucursal del CCCB, o del Disseny Hub, es la típica tienda de suvenirs. Para ellos pensar Barcelona significa pensarla en 'trencadís'. Además de las esculturas habituales, tienen abanicos y peluches hechos con el 'trencadís' gaudiniano y, en un giro imposible, incluso venden unos vasos con dibujos de Miró convertidos en 'trencadís'.
'EL RINCÓN DEL CAGANER'
Más allá de esta apoteosis 'kitsch', el alma de la tienda es un espacio que se llama 'el rincón del caganer'. Como decía, ya hace tiempo que el 'caganer' se ha convertido en un motivo turístico y todo el mundo puede encontrar a su líder espiritual, político o deportivo en cuclillas. En Thinking Barcelona, sin embargo, son creativos y van más allá. Entre manolas sevillanas 'caganeres' y Spiderman 'caganers' está el 'tió' de Navidad convertido en 'caganer'. Dos tradiciones por el precio de una. Ese tronco humanizado que cada año nos tortura, con sus ojos y su sonrisa y la barretina y las patitas de madera, ahora además tiene culo y caga. Caga regalos, claro. Tiene su lógica, pero yo me huelo que detrás hay algún creativo que de pequeño no hizo cagar nunca el 'tió', ni puso un 'caganer' en el pesebre, escondido tras un pedazo de musgo. Todo está perdido.
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