Opinión |
Un año de Collboni
Andreu Claret

Andreu Claret

Periodista y escritor. Miembro del Comité editorial de EL PERIÓDICO

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El dique barcelonés

Esquerra Republicana y los Comuns deben contribuir a fortalecer la acción de gobierno en Barcelona

Collboni mantiene que ampliará el gobierno de Barcelona antes de verano

Collboni lleva el plan ‘Endreça’ a la playa: 200 urbanos más en el dispositivo de verano, el doble que en 2023

Jaume Collboni, durante la presentación del Pla Endreça

Jaume Collboni, durante la presentación del Pla Endreça / ADRIÁN QUIROGA

Es probable que no se haya dado la suficiente importancia al papel que ha tenido Barcelona en la victoria del PSC en las reciente elecciones catalanas. No solo en votos (184.000, algo más del 21% de todos los votos socialistas), sino como materialización de la idea que presidió la campaña de Salvador Illa: no solo es necesario salir del laberinto del 'procés', sino que es posible. Huir de la cultura del no y gobernar atendiendo a los problemas reales de los ciudadanos. Blindando cada institución para evitar que la tensión reinante en otros niveles lo haga imposible. Tras una década catalana de enfrentamientos y desgobierno, esta idea parecía algo ingenua, casi pueril. Necesitaba encarnarse en alguna administración para hacerse creíble. No bastaba con la experiencia de Illa al frente del ministerio de sanidad durante la pandemia del covid1-9, teniendo en cuenta la polarización que domina la política estatal. Nada mejor que estos primeros meses de gobierno de Collboni. Máxime cuando los socialistas catalanes siempre han exhibido Barcelona como modelo para plantear su alternativa a la derecha nacionalista en la Generalitat.

En menos de un año, Collboni ha conseguido que aquella virtud que antaño se le reconoció a Catalunya (ser un oasis dentro del desierto agitado de la política española), se le pueda atribuir hoy, hasta cierto punto, a Barcelona. Una ciudad que también venía de un periodo marcado por la falta de diálogo. Pese a las condiciones en las que alcanzó la alcaldía –en minoría, son solo 10 concejales de los 41 que tiene el consistorio–, ha conseguido pacificar una ciudad que se caracteriza por tener unos barrios poco dados al ordeno y mando. Contar sólo con diez concejales supone ciertamente un hándicap que el alcalde debería superar, aunque no le ha impedido aprobar, por la vía de la moción de confianza, unos presupuestos muy consistentes. Tampoco le ha impedido anunciar una medida acertada pero polémica, como es la reducción de los cruceros y el control del turismo.

Las costuras de la ciudad están a punto de reventar, y ello obligará a medidas que no serán fáciles de implementar, teniendo en cuenta que algunos operadores pretenden vivir de un desarrollo desbocado. Será difícil emprenderlas con una minoría tan exigua. En ese sentido, lo ideal sería armar para el gobierno de la ciudad una mayoría, en la línea de la que Illa está buscando para Catalunya. Sin que esta búsqueda se traduzca en un mercadeo político que haga depender los intereses de Barcelona de lo que se cuece en otras coordenadas. Esquerra Republicana y los Comuns deben contribuir a fortalecer la acción de gobierno en Barcelona. Su interés va en ello, porque la ciudad puede constituir el mejor dique de contención de los proyectos desestabilizadores de Vox y Aliança. Puede ser un modelo de integración, y buen gobierno que contenga los populismos que campan a sus anchas. Antes de las elecciones europeas es probable que ello sea pedir peras al olmo, pero entre estas y el verano hay un largo mes que nadie debería desaprovechar.

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