Siniestra y desorientada
Fernández Díaz puede presidir una comisión gracias al PSOE y Mas es un héroe para una parte de la izquierda
Neus Tomàs
Periodista
NEUS TOMÀS / BARCELONA
Atreverse a diagnosticar los problemas del socialismo a estas alturas puede interpretarse como un gesto de ensañamiento.Vaya por delante que no es la intención y que hay que felicitarse porque gracias a una propuesta del PSOE se ha conseguido frenar la polémica reválida que Wert dejó en herencia. Pero la descripción de algunos de los últimos movimientos socialistas no ayudan a combatir la imagen de un partido que se define de izquierdas pero a veces no lo parece y que no es de derechas pero a veces lo parece.
¿Por qué el PSOE quiere abstenerse en la votación para que Jorge Fernández Díaz presida la comisiónJorge Fernández Díaz del Congreso que le reprobó? Tenía la opción de presentar un candidato alternativo pero, si no cambia de opinión, ha preferido intercambiar cromos con el PP (leáse presidencias de comisiones). Se ha hecho siempre, dirán algunos. Se trata de cambiar las cosas, defenderán otros.
Más preguntas: ¿Por qué el PSOE se sienta en la mesa para negociar el techo de gasto sin saber qué presupuestos prepara el Gobierno? ¿Por qué vota al lado del PP y Ciudadanos a favor del suplicatorio a Francesc Homs cuando está claro que la solución a un conflicto político no se resolverá en los tribunales?
Es cierto que Podemos no ha ayudado a tejer las complicidades que los electores de izquierdas esperan para revertir algunas de las medidas económicas y antisociales adoptadas en la anterior legislatura. Como tampoco se entiende que salten todas las alarmas en la sede de la calle Ferraz cuando el PSC asume con naturalidad que su regreso a las instituciones solo será posible de la mano de Podemos. El ejemplo es el Ayuntamiento de Barcelona. Si juega bien sus cartas y abandona los aires de superioridad moral con que a menudo trata a sus adversarios, el colauismo puede hilvanar una alternativa a la actual coalición que encabeza la antigua CDC.
La izquierda, la morada o la roja, está tan inmersa en sus luchas intestinas y sus cáculos electoralistas, que la derecha, la de toda la vida –o su marca blanca–, no debe preocuparse, pese a no disponer del rodillo que tanto le gusta a todo presidente. ¿Acaso la izquierda española ha renunciado a regresar al Gobierno? De nuevo la pregunta sirve también para interpelar al flanco izquierdo catalán, aquel que envuelto en la bandera a menudo está dispuesto a tragar con lo que sea. Que Artur Mas o Irene Rigau sean los héroes de una parte de esa izquierda no deja de ser paradójico porque –por más que la memoria sea selectiva– no habría que olvidar que, además de poner las urnas, recortaron y concertaron como nadie.
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