Mi cabeza en la guillotina
Juancho Dumall
Ha trabajado en las áreas de Política, Opinión y en la edición del fin de semana.
JUANCHO DUMALL
Decía Bruce Springsteen que "Frank Sinatra puso la voz, Elvis Presley el cuerpo y Bob Dylan el cerebro". En este último, se quedó corto. Dylan ha aportado a la música y también a la literatura, además de una inteligencia inmensa, un lirismo y una capacidad de crear imágenes poéticas que no tiene comparación en nuestro tiempo. Cualquiera de sus canciones contiene tal cantidad de referencias culturales, imágenes impactantes y mensajes encriptados, que trascienden con mucho el universo propio de los cantautores, sean bardos del folk o estrellas del rock.
Este es el inicio de 'Highway 61 revisited' (1965): "Dios dijo a Abraham: 'Mátame un hijo' / Abraham dijo: 'Tío, debes estar de broma' / Dios dijo: 'Haz lo que quieras Abe, / pero si no, la próxima vez que me veas / más te vale que salgas corriendo' / Abraham dijo: '¿Dónde quieres que sea esa muerte?' / Dios dijo: 'Fuera. En la autopista 61'". Viejo Testamento, lenguaje de la calle y cultura popular (por esa autopista transitaron los negros que llevaron la música del Mississippi a Chicago) se mezclan en unos versos pensados para ser cantados pero, sobre todo, para pegar un directo a la mandíbula del público americano de los años 60.
Hay muchas razones para haberle dado el Nobel a Bob Dylan. Una de ellas es que no lo necesita. Su leyenda, forjada en una discografía inabarcable y en una incansable sucesión de conciertos en directo (la famosa Never Ending Tour, la gira de nunca acabar), no precisa de más reconocimientos ni homenajes, ni testimonios de fans ni tesis universitarias. Dylan es probablemente el poeta vivo más recitado/cantado en el mundo entero, con cuyos versos más se han peleado los especialistas en busca de la luz (algo que a él le divierte) y quien ha desplegado una carrera que, con altibajos y merced a una actitud camaleónica, ha sobrevivido a varias generaciones para perdurar en la historia de la literatura y de la música.
El reconocimiento de la Academia sueca a Dylan lo es también al rock, al folk, al blues, a la música popular americana, pero también, y aquí está lo raro, a la contracultura. Una pincelada de 'It's allright, Ma': "Mientras predicadores sermonean / destinos perversos, / maestros enseñan que el conocimiento espera / poder mandar sobre centenares de monedas de dólar. / La bondad se esconde tras sus puertas, / pero incluso el presidente de Estados Unidos / debe algunas veces / tener que quedarse desnudo".
Quizás Dylan exageraba cuando dijo un día que compuso los 120 versos de 'Desolation Row', llenos de referencias culturales, durante una carrera en un taxi, pero este hombre ha dado muestras de tal exuberancia creadora que todo en su obra es posible. Muchos pagaríamos por saber qué sintió Dylan cuando le comunicaron que había ganado el Nobel. Solo tenemos una pista. Por la noche, salió con sus músicos a un escenario de Las Vegas para recrear su eterno cancionero. Quien espere grandes reacciones y signos de la victoria no conoce a quien un día escribió: "Si mis pensamientos-sueños pudieran verse, seguramente pondría mi cabeza en la guillotina".
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