Segundas oportunidades

ADRIÀ GALLARDO / BARCELONA

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Ahora que ya se han distanciado y que cada uno sigue su camino van y empiezan a echarse la culpa del por qué no salió. Cuando todos han empezado a vestirse de nuevo con la ropa típica que solo te pones para las grandes citas para impresionar y que se fijen más en tu apariencia que en las mentiras típicas que algunos dicen en las primeras citas van y piensan en quién tiene la culpa más que en qué fallo.

Y todo ahora, cuando ya se vuelven a teñir del color corporativo y se empapan de lo que les dicen sus asesores para enredarnos una vez más, empiezan a decirse de todo y que todo sería diferente si lo pudieran hacer otra vez. Sí, como aquellos que empezando una relación se acuerdan de la anterior.

Pero la diferencia es que ellos sí lo van a tener que hacer otra vez, porque ahora van y nos piden que ratifiquemos lo que ya les dijimos en diciembre pero no les valió: que hablaran y dejaran hablar, pero sobre todo que supieran hacer su trabajo. Y no han sabido. Ni sabrán. O no han querido. Ni querrán.

No podemos decir que han sido todos quienes no han querido, porque algunos dieron un paso adelante en un momento complicado en que nadie quería darlo. Pero qué va, tampoco, ni ellos lo han hecho bien. Porque quizá deberían haber empezado a escucharse antes entre ellos, o quizá deberían empezar ya a escuchar a la gente. Ah, ya sé, es que lo han entendido al revés, piensan que si votamos dos veces nos están haciendo un favor como si esto fuera una ruleta en que vas tirando hasta que salga el número que tú quieres. Porque ellos son así, o España es así.

Y encima cuando uno de ellos está conociendo a otra persona y van a las elecciones juntos, vuelve atrás y le pide al otro que sí que ‘podemos’, que por qué no vamos juntos al Senado. Como ese novio malo que te pide volver solo porque se aburre. No, gracias. No sé cómo lo harán la segunda vez, pero siempre he creído en las segundas oportunidades cuando se ha cambiado y la voluntad es buena.

No saben que mientras ellos se pelean y se desautorizan, el Gobierno sigue haciendo de las suyas y lleva al Constitucional la ley que una autonomía ha aprobado con el simple fin de que nadie se quede sin luz por no poder pagarla. Y es que no se dan cuenta de que el único beneficiado es a quien quieren echar. Que mientras Rajoy estaba en la grada de espectador viendo como todos se peleaban, él hacía de las suyas pero eso sí, sin control parlamentario porque está en funciones.

Qué panorama, ¿no? Uno en la grada, los otros 3 en el campo de juego dándose patadas a mansalva y la ciudadanía a punto de ponerles tarjeta roja a los 3, porque uno de ellos, al que han beneficiado, tiene amarilla porque los otros 3 se lo han puesto todo sobre bandeja cuando el 20D tenía los días contados. El presidente de los sobres y de los sms gana una segunda oportunidad y sobrevive muchos meses más hasta que se conforme un nuevo Gobierno. Pero igual es eso lo que querían todos: sobrevivir. No saben que se están matando y nos están matando. Y lo pagarán.

Una vez más, solo se me ocurre una forma de definirlo: España.