Luis Enrique busca pelea donde no toca
Albert Guasch
Periodista
ALBERT GUASCH
"No suelo contestar a la prensa catalana pero a ti sí porque eres guapa". Tiene tantos elementos incorrectos esta frase de Figo que da demasiada pereza entrar a valorarla más allá de dejar constancia de que ha sido proferida. Hay que desearle que se libere algún día de su resentimiento.
Centrémonos en la de Luis Enrique. "¿Cuál es tu apellido? Pues ya está todo dicho. Siguiente pregunta". El apellido en cuestión era Malo; la pregunta en concreto era correcta. La respuesta, vulgar y desoladora.
El técnico del Barça emplea a menudo el tono propio de un guardaespaldas estresado en sus vistas con la prensa. No tiene en alta consideración a quienes le interrogan, eso es obvio, y la impertinencia parece su escudo ante una obligación, la de comparecer a explicarse, que le disgusta. Como si el simple acto de sentarse a escuchar preguntas fuera un ataque a su orgullo de 'iron man'.
No es en su caso una reacción ante los resultados adversos. Su insolencia no distingue la victoria de la derrota. Pisotea de forma habitual la línea que separa un entrenador con personalidad de un entrenador grosero. Quizá porque presupone continuadamente mala intención.
Puede que en ocasiones se escuchen preguntas pueriles, o absurdas, o alambicadas. Por supuesto. Y sí, también las habrá con ganas de enredar y de buscar tres pies al gato. Pero no parece distinguir. O distingue lo justo. Demasiado a menudo da la sensación de buscar pelea donde nadie ni siquiera levanta la voz.
VER ENEMIGOS
Pese al actual desfallecimiento de resultados, a Luis Enrique le están yendo bien las cosas como entrenador. Ha ganado los más preciados títulos. Mucha gente le quiere bien. A veces se corea su nombre en el estadio. Y, en consecuencia, apenas ha sufrido interrogatorios crudos.
Estaría bien que dejara de ver tantos enemigos, disfrutase de esta era deportiva (una vez logre cubrir el socavón actual, que lo hará) y recordara algo tan básico como que cuando comparece en público representa al Barça, no solo a sí mismo. Y no, nadie le va a pedir que sea bueno. Bastaría con un poquito de civismo.
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