No vengáis a Europa

MARC PÉREZ-SERRA

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Lo dijo en Atenas hace unos días el presidente del Consejo Europeo Donald Tusk, al tiempo que España estaba a punto de investir a nadie para presidente del Gobierno. 

Mientras que en el Reino Unido se citan con las urnas para el próximo verano a fin de decidir si siguen formando parte o no de la UE. En Austria organizan cumbres "antirefugiados" al margen de las instituciones europeas y sin cursar invitación al vecino griego. Y húngaros, eslovacos y polacos parecen seguir una particular competición con Donald Trump en unas imaginarias primarias por la estupidez. Cualquiera de ellos puede ganar. Europa en destrucción.

Sin olvidarnos del recién acuerdo entre la UE y Turquía UE y Turquía para que esta se quede con los miles de refugiados que a partir de ahora intenten llegar a territorio europeo.

El vergonzante arreglo entre europeos y turcos, que las Naciones Unidas ya se han apresurado a denunciar, se basa en algo tan mezquino como es el mercadeo de miles de mujeres, niños y hombres que escapan de guerras y hambre.  Todos ellos, a cambio de seis mil millones de euros más un trato preferente con la UE y seguir con la negociación para la adhesión de Ankara a la Unión. Y mientras, nadie responde por las miles de personas que ya están en el continente y sufren las inclemencias del invierno en campamentos que no se recuerdan desde la segunda guerra mundial.

La mórbida manera con que nuestros políticos han afrontado este problema sólo es comparable con nuestra flacidez como sociedad a la hora de exigirles dignidad. Todo es lo mismo. Todos somos la misma Europa. Atenazada por el miedo, exhausta, agónica, incapaz de salir de ella misma.

Esta es la Europa de hoy. Más parecida a la del periodo de entreguerras del siglo XX, que la que soñaron Monnet, Schuman, Adenauer y otros. Un continente, hoy, preñado de los temores más miserables. Aquellos que solo alumbran xenofobia, ultranacionalismo, racismo, homofobia, machismo y también antisemitismo.

"No vengáis a Europa", dijo Tusk. Alguien debió pensar que nadie mejor que el polaco para labores de Sonderkommando.