Al contrataque
La Barcelona país (o BCN country)
Jordi Puntí
Escritor. Autor de 'Confeti' y 'Todo Messi. Ejercicios de estilo'.
JORDI PUNTÍ
A raíz del trágico fallecimiento de Muriel Casals, la revista 'L'Avenç' recuperaba ayer en su página web una extensa entrevista con ella, fechada en el año 2011, cuando ya ocupaba el cargo de presidenta de Òmnium Cultural y una de las figuras clave en el renacido proceso independentista. Hablando de las tendencias políticas familiares y de su afiliación al PSUC, Muriel Casals decía: «Yo crecí sabiendo que ser separatista, es decir catalanista, es más fuerte que ser de derechas o de izquierdas».
Es probable que hoy en día la frase pueda asumirse más fácilmente desde una derecha práctica (y catalanista) que no desde una izquierda que sigue buscándose a sí misma, pero hay que darle todo el crédito a Muriel Casals. Al final la propuesta de Junts pel Sí y el posterior pacto con la CUP ha certificado que se buscaba más lo que unía que no lo que separaba, y que cada cual decida sus límites ideológicos.
Todo esto está muy bien, pero al final lo que cuenta es el día a día, la política real y no las grandes palabras y momentos, y así el proyecto de BCN World será lo primero que ponga a prueba la elasticidad del pacto. Los retoques que se proponían desde Junts pel Sí, y en especial de Esquerra, para convertir ese 'Las Vegas en Miniatura' en algo más «razonable, sostenible y de carácter familiar», no encuentran ninguna complicidad por parte de sus socios de la CUP. Porque, ¿qué resulta más catalanista? ¿Buscar las aportaciones extranjeras que traigan inversión y empleo, o preservar el territorio y no entregarlo una vez más a un turismo que basa sus beneficios en sueldos bajos y ludopatía?
INTERMEDIARIOS DE GUARDIA
Parece que ahora mismo lo único que les une es que el proyecto ha fracasado tal como estaba, y que habrá que reformularlo si quieren que tenga algún futuro. No es difícil entrever que cada detalle del proyecto de BCN World puede desdoblarse en distintos frentes, a favor y en contra, que abrirán todo el abanico del catalanismo teórico y práctico.
Se precisarán intermediarios de guardia. Puestos a reformular, quizá deberían empezar por el nombre, que hasta ahora nadie discute. En su momento ya se cambió el de Barcelona por BCN, pero continúa siendo un despropósito que pierde la fuerza entre siglas y anglicismos. Hace un siglo, los 'noucentistes' mantenían en su ideario la 'Catalunya ciutat', que partiendo de Barcelona como metrópolis de la cultura catalana aspiraba a repartir por todo el país su ideal cosmopolita y culto.
Hoy se le ha dado la vuelta como a un calcetín y se ha pasado a la 'Barcelona país', que aspira a reproducir la marca turística y la tontería general de BCN en todo el territorio. De cultura y del Mediterráneo ya nadie habla: los casinos no tienen ventanas ni relojes, para que así no pase el tiempo.
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