Palin completa a Trump

Sarah Palin y Donald Trump, en un mitin en Iowa, este martes.

Sarah Palin y Donald Trump, en un mitin en Iowa, este martes. / MA JK**NY**

ALBERT GARRIDO

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Antes de que Barack Obama considerara irreconocible en Politico.com el Partido Republicano encarnado por Donald TrumpDonald Trump eran muchos los votantes que empezaron a ver en las bravuconadas del millonario una caricatura del conservadurismo clásico. Sin embargo, un conglomerado cada vez más numeroso y variopinto ve en él la remisión de sus males: una existencia sin futuro, una economía que acrecienta la desigualdad y una sociedad multicultural que no les gusta. Si se suma al auge de Trump la reaparición en apoyo suyo de Sarah Palin, arquetipo de una versión primaria de la política, resulta una combinación pasmosamente eficaz para poner patas arriba el establishment republicano y llevarlo contra las cuerdas.

Si el Tea Party colonizó el partido con desenvoltura y condicionó en el 2008 la campaña de John McCain, con la gobernadora Palin de estandarte de la América profunda, hoy la desfiguración del bando conservador se antoja aún más irremediable y aparece ocupado solo en desmontar el legado de Obama en todos los campos donde ha dejado su huella. El pensamiento neocon de otro tiempo ha dado paso a una forma de fundamentalismo en la que solo cabe volver la vista al pasado para neutralizar el poder federal, renegar del multilateralismo y exaltar un individualismo sin cortapisas, cocinado todo con las consabidas citas bíblicas que lo mismo valen para un roto que para un descosido.

No es de extrañar que Nicolle Wallace, que hace ocho años formó parte del equipo de asesores del ticket McCain-Palin, se pregunte con sobradas razones qué hubiese sucedido si ahora ella hubiese decidido presentar su candidatura, quién hubiese sido capaz de igualar su capacidad para simplificar la política hasta dejarla en los huesos. Todo aquello que de sorprendente en los comportamientos de Palin aparece en la película Game change, y su desconocimiento enciclopédico de los rudimentos de la política, es lo que más atrae a su clientela. ¿Tiene Trump la misma destreza? Tiene, por lo menos, el mismo desparpajo para dejarse de sutilezas.