El Parlamento de Thelma & Louise

Lanzarse a la carretera,  salir de las fronteras naturales en busca de libertad y terminar  barranco abajo, no está al alcance de cualquiera.  De entre los escaños independentistas se observaba en los ojos de algunos diputados el mismo brillo acongojado que las protagonistas de la película de Ridley Scott, a punto de saltar al vacío. Sonreían y se miraban con esa cara que se le pone a uno cuando intuye que ha traspasado los límites del rubicón y sabe que el destino trágico del que tantas veces te han hablado está ante ti. Es la historia que se hace presente y toma las riendas a galope. Así que era eso, parecían decirse todos.  No deberíamos haber llegado hasta aquí - pensaban algunos - pero ¿qué podíamos hacer? - parecían preguntarse - estábamos llamados a cumplir con nuestro sino histórico - sentenciaban otros.

Al igual que nuestras heroínas Thelma Dickinson y Louise Sawyer, que se subieron en su descapotable y no frenaron hasta llegar al borde del precipicio, después de sufrir los azares e infortunios del camino, nuestros ilustres representantes de lo público también se sabían el final de memoria. Lo sabían aún sin saberlo, porque  funciona de esta manera.   Como un mecanismo que se activa por sí solo, lo llaman memoria colectiva y nos atraviesa a todos. Así que en el momento justo y acorralados por todos y por todo apretaron el acelerador y se lanzaron al vacío, dejando tras de sí una estela sorda de admiración, estupor y bochorno a la vez. Como si fuera esta la única forma de seguir adelante, arrojándose a la nada, sin vacilaciones. Y al tiempo, un aturdido y melancólico  ya veremos después. Pero luego ya es tarde porque casi siempre lo es.

Sin embargo, a algunos nos gusta imaginar que las Dickinson y Sawyer siguen en su descapotable haciendo ruta más allá de Arkansas, acaparando historias y aventuras que un día nos contarán y que tienen que ver con la libertad.

Me temo que esta semana el parlamento ha hecho un Thelma & Louise.