Editorial
El mayor acuerdo comercial
Doce países que tienen el oceáno Pacífico como nexo, con EEUU y Japón a la cabeza, han firmado un acuerdo comercial (TTP, por sus siglas en inglés) considerado el mayor del mundo, ya que abarca el 40% del PIB mundial. En resumen, se trata de la uniformización de aranceles, criterios mediambientales, patentes, estándares laborales, etcétera que permita homogeneizar los sistemas de producción y sus regulaciones, con el fin de crear un gran mercado. En el acuerdo, a parte de los dos gigantes mencionados, figuran países de muy diverso tamaño y condiciones económicas: Australia, Canadá, Nueva Zelanda, Singapur, México, Chile, Perú, Vietnam, Malasia y Brunei. Estados de tres continentes que intentarán formar un mercado capaz de frenar la expansión comercial del gigante chino.
Al igual que en las negociaciones para alcanzar un acuerdo similar entre EEUU y la Unión Europea (el TTIP), las voces en contra son diversas. Apuntan tanto a la opacidad con que negocian los estados como a la desprotección de sectores que pueden salir perjudicados en cada país. En términos generales, no hay duda de que derribar las barreras para estimular el comercio tendría que ser beneficioso y, de hecho, hacia ahí tiende desde hace algunas décadas la economía globalizada. Pero es cierto que la homologación de las normas puede tender a hacerse por el rasero más bajo, si estas no son claras y transparentes, y que las sociedades deben velar porque el resultado no redunde solo en beneficio de las multinacionales, interesadas en externalizar su producción para abaratarla, de forma que lesione las condiciones de los trabajadores de los países más desarrollados. Y ello afecta a todos los sectores de producción y consumo: al industrial, al agropecuario, a la protección mediambiental o a la vigencia de las patentes farmacéuticas, por ejemplo.
El tratado, que es una de las grandes obras del mandato que Obama quiere legar, tendrá que pasar la difícil autorización del Congreso. En las cámaras, el TPP tiene la oposición de amplios sectores demócratas y republicanos, y hay que tener en cuenta que EEUU ha entrado en una larga precampaña electoral. Es de esperar, en todo caso, que el debate en el legislativo ofrezca más transparencia sobre el acuerdo, en la misma línea que reclamó el Parlamento europeo el pasado junio a Bruselas sobre el TTIP.
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