El debate electoral catalán

Juntos por las instituciones

No necesitamos inventarlo todo ni partir de cero, pero estamos en condiciones de empezar de nuevo

NÚRIA DE GISPERT

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Catalunya vive tiempos de cambios, como muchas sociedades y muchos países del mundo. Pero nuestro cambio se produce en una situación absolutamente excepcional, y en nuestro país tiene una doble lectura. Por un lado, la necesidad de un Estado propio que acoja la nación y que la dote de las estructuras adecuadas para construir una sociedad mejor, más justa, más libre, más cohesionada y que en ningún caso renuncie al bienestar colectivo. Y, de otra, la insoslayable y necesaria regeneración democrática que cualquier sociedad que pretende progresar reclama, y que permita erradicar de la vida pública y privada las prácticas de corrupción, en todas sus manifestaciones.

Las formas de hacer política han cambiado en los últimos años, y todavía cambiarán más, y lo harán de una manera intensa, profunda y veloz. Conceptos como la transparencia, la honestidad, la participación y la implicación ciudadana, la eficacia y la eficiencia de las instituciones, nos obligan a buscar y construir nuevos equilibrios que den sentido a la estructura institucional de la Catalunya del futuro más inmediato y hagan no solo viable, sino también más adecuado lo que reclamamos y necesitamos como pueblo.

Catalunya tiene una historia milenaria y una tradición parlamentaria casi tan antigua como la misma nación. Los orígenes de nuestro parlamentarismo, que hay que buscar en las asambleas de paz y tregua, -es decir, en la construcción de la paz y de espacios de convivencia-, dicen mucho de las bases sobre las que hemos sustentado la democracia durante las épocas en el que hemos podido hacerlo. En este sentido, la paz, el diálogo y los valores intrínsecos de nuestra manera de ser y de hacer -como la solidaridad, el esfuerzo, la cultura del trabajo, la capacidad de innovar y mirar el mundo como nuestro espacio natural de relación- también deben ser la base de estas instituciones de futuro.

Por suerte, no partimos de cero, sino que tenemos un bagaje lleno de dificultades y obstáculos que nos han hecho crecer y ser más fuertes, y lleno también de experiencias y de conocimientos que nos pueden servir para acertar el camino que estamos dispuestos a emprender. No necesitamos inventarlo todo y, a la vez, estamos en condiciones de empezar de nuevo, de superar inercias y servidumbres culturales y organizativas y de introducir reformas avanzadas. Tenemos, en definitiva, unos cimientos muy sólidos que seguro que nos permitirán plantear una arquitectura institucional que corrija defectos que, a lo largo de los años, hayamos podido incorporar y que, al mismo tiempo, nos permita innovar en los aspectos que la sociedad nos exige. Eso sí, sin perder la perspectiva de que las instituciones son una de las partes fundamentales de la nación. Es cierto que, en esencia, la nación es su gente, y es básico que esté movilizada como demostró, nuevamente, y de una manera multitudinaria, festiva y cívica, la pasada Diada, cuando cientos de miles de ciudadanos llenamos la Meridiana para hacer la 'Via Lliure' a la República Catalana. Pero también es verdad que la nación se organiza a partir de las instituciones, y por ello es fundamental que, en esta perspectiva de futuro que tenemos delante de nuestras vidas, seamos capaces de interpretar correctamente y dotar a las instituciones del valor y de la capacidad de actuar que deben tener. Al fin y al cabo, las instituciones son una de las representaciones que identifican mejor un país.

Con un nuevo Estado, habrá que repensar las instituciones sin perder el vínculo histórico que tienen. Y con la regeneración democrática debemos conseguir hacer instituciones ligadas a nuestra tradición de diálogo, paz y vocación de servicio, pero también con todos los valores y realidades que el siglo XXI nos reclama. Podemos hacerlo, y sabremos hacerlo bien.

El hecho de que los tres últimos presidentes de la Cámara catalana participamos en la candidatura Junts pel Sí tiene, sobre todo, un valor simbólico, porque entendemos que refuerza la excepcionalidad del momento y el carácter transversal de la opción independentista, que ha crecido con el impulso de las entidades soberanistas y del pueblo movilizado. Precisamente porque hemos presidido la principal institución del país en unos momentos muy determinados, sabemos que ahora mismo Catalunya no se puede quedar en el escenario donde se ha visto forzada a jugar en los últimos 40 años, sino que necesita progresar hacia unos horizontes de plenitud que el actual marco constitucional y estatutario le niega reiteradamente. Y queremos poner nuestro granito de arena, con toda modestia, pero también con todo el valor del trabajo que hemos intentado hacer por el bien de Catalunya desde nuestro Parlament.

Firman también este artículo Joan Rigol y Ernest Benach. Los tres, candidatos de Junts pel Sí y expresidentes del Parlament.