Matías el cantante
El barítono Matthias Goerne mantiene su fidelidad a la Schubertíada de Vilabertran
Rosa Massagué
Periodista
ROSA MASSAGUÉ
Matías por aquí, Matías por allá. El tal Matías no es otro que el barítono alemán Matthias Goerne. En esta época, en Vilabertran, su nombre está en boca de muchos, ya sea para alabar sus siempre impecables actuaciones o para comentar cuestiones más terrenales como el jamón que le gusta y que el bar de la esquina (de una lentitud exasperante) ya se ha encargado de buscar.
Tanta familiaridad es el pago cariñoso y agradecido a la ya larga e inquebrantable fidelidad del cantante a la Schubertíada que año tras año convoca a los amantes del ‘lied’ en la iglesia canónica de la localidad ampurdanesa, y a su impulsor y factótum, el doctor Jordi Roch.
Este año, Goerne ha venido con dos programas. Uno de ellos, extraordinario, con conjunto instrumental y otro solista vocal, para interpretar ‘El canto de la tierra’, que ya fue comentado. Al día siguiente Goerne subía al escenario acompañado solo de su pianista de cabecera, Alexander Schmalcz, con quien forma una pareja musical imbatible por la compenetración absoluta que demuestran. En el programa, canciones de Robert Schumann de las colecciones ‘Liederkreis’ op. 25 y 39, de ‘Myrten’, y ‘Seis poemas del cancionero de un pintor’.
Schumann compuso estas canciones en un momento dulce de su vida, tras casarse con Clara Vieck. Valiéndose de poemas de Heinrich Heine o de Joseph von Eichendorff entre otros, el compositor pone música a su arrobamiento amoroso en lo que es una de las máximas manifestaciones del romanticismo alemán junto a Beethoven y Franz Schubert.
Amor y dolor, melancolía y exaltación, nostalgia, naturaleza, noches de luna, días de primavera, bosques frondosos, rosas y mirtos. Toda la panoplia de temas y estados de ánimo románticos protagonizan estas bellas canciones. En la voz –y en la mirada-- de Goerne adquieren una dimensión profunda y absorbente.
Una vez más, el barítono tocó todas las fibras sensibles de su público más fiel y adicto, ahora con una voz que el tiempo se encarga de oscurecer lentamente. Esta es la otra virtud que para el público tiene la fidelidad del cantante a Vilabertran porque no es fácil seguir tan directamente, año tras año, la evolución de una voz como ocurre con el barítono y hacerlo desde la proximidad de una ‘liederabend’, de una tarde de canciones, en la que todo, música, artistas y espectadores están tan cerca, física y emocionalmente.
Después de las dos veladas magistrales de esta edición de la Schubertíada, queda solo esperar a ver qué nos traerá Matthias el año próximo.
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