Las fuerzas emergentes
Podemos: la dura realidad
La formación violeta es otro camino socialista y radical que conduce de forma inexorable al abismo

Rubén Herrero de Castro
Rubén Herrero de CastroProfesor de Relaciones Internacionales de la Universidad Complutense de Madrid.
RUBÉN HERRERO DE CASTRO
El día siguiente a las últimas elecciones europeas estaba participando en la tertulia de La Tuerka, presentada en aquella ocasión por Juan Carlos Monedero, y allí dije: «Lo mejor para Podemos está por venir». Por entonces, solo ellos me creyeron. Desgraciadamente, acerté. Un grupo altamente capacitado, liderado por un insuperable maestro de ceremonias, Pablo Iglesias, y su particular genio en la lámpara, Íñigo Errejón, llevaba a la práctica un plan gestado en la sombra durante muchos años.
Provocaban sonrojo la clase política y algunos medios tildando de frikis Todo se desarrollaba de acuerdo con el plan. Podemos sabía que los ataques irían en esa dirección. Para ellos era perfecto. En un movimiento como el suyo, que combina vocación y revolución, cualquier ataque al líder solo hace que reforzar la cohesión interna y provocar que el mensaje se asimile y transmita más rápido por disparatado que sea. Todo el mundo se olvidaba -incluso ahora- de lo peor de Podemos, su programa político y económico. Este último, con un fin, una transformación socialista y radical de la sociedad. Podemos no trata de corregir: planea la sustitución del modelo político y económico. El instrumento para conseguirlo es la estatalización de la economía, como deslizaron de forma sibilina en noviembre pasado durante la presentación de su programa económico. En aquel proyecto insolvente, perpetrado por Juan Torres y Vicenç Navarro, se planteaba actuar al margen de la UE, imponer la renta básica, subir los impuestos, revertir privatizaciones, crear empleo por decreto y nacionalizar el servicio de crédito. ¿Qué se esconde detrás de esto? Algo que apasiona a los marxistas: el control social. En este empeño se han encontrado con espacios maduros para sus propósitos, como la educación y la calle, inexplicablemente regaladas por la derecha a la izquierda desde hace mucho tiempo.
El plan diseñado por el politburó de Podemos replica el acceso al poder del enajenado socialista Hugo Chávez y lo combina con algo más homologable en Europa como es el partido de izquierda radical Syriza, que en estos momento conduce a Grecia hacia el desastre. Esto se plasma en las continuas propuestas, contradicciones y rectificaciones con las que Podemos se manifiesta. Ahora, cuando atisban poder, se denominan socialdemócratas, cuando siempre habían exhibido un chavismo vehemente. No deberían confundir a nadie. En una entrevista concedida a El Mundo en mayo, Iglesias dice sentirse cómodo con la socialdemocracia, y ubica en esta misma posición ideológica a Marx, Engels y Vladimir Ilich. El tercero de los nombres es el terrible dictador comunista Lenin, si bien Pablo no se refiere a él por su apellido más conocido.
Podemos se rige hoy por una imprecisión calculada, por la estrategia chavista de no decir realmente lo que piensa antes de alcanzar el poder por primera vez. No plantea ni una sola solución viable a nada y se harta de señalar culpables de forma infantil. No cuantifica ni una sola de sus disparatadas propuestas. Todo es un ingente wishful thinkingFían buena parte de su estrategia en resolver problemas enormemente complicados con sencillos eslóganes que repiten en consonancia con la máxima leninista de que una mentira mil veces repetida se convierte en verdad. Unos mensajes que calan bien en la desesperación y el radicalismo de buena parte de su electorado.
La partida se hace larga en espera de las elecciones generales. Mientras, algunas situaciones complican su plan: la recuperación económica, la represión chavista, el caos provocado por Syriza en Grecia, algún descontento interno y (paradójicamente) las alcaldías de sus marcas blancas, conseguidas mediante pactos principalmente con un partido de la casta, el PSOE, metido más a Pasok que a otra cosa y feliz de llevar las maletas a los que promueven páginas web para controlar y señalar a periodistas.
Por todo eso, Podemos deseaba cuanto antes unas elecciones generales sin otros procesos electorales de por medio. Así evitaría explicar la mejoría de la economía al margen de su dantesco recetario, mostrar su verdadera faz y diluirse en otras marcas electorales. Las elecciones catalanas serán otra muestra de dispersión e indefinición por parte de la formación violeta, si bien en esta ocasión comanda una coalición de extrema izquierda. Pero que nadie espere posicionamientos: la orden es clara, no moverse hasta pasadas las generales.
No hay varitas mágicas para solucionar los problemas. Podemos no es tan diferente a otros partidos similares, solo es otro camino socialista y radical que conduce de forma inexorable al abismo.
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