Análisis

¿Cigarrillos electrónicos como medida terapéutica?

Hoy por hoy no se puede recomendar el uso del producto como vía para la deshabituación de los fumadores

SERGI PASCUAL

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El tabaco es un grave problema que provocará mil millones de muertes este siglo si no hacemos nada al respecto. Podríamos pensar que si de verdad quisiéramos evitar todas estas muertes se tendría que prohibir el tabaco y listo, pero las consecuencias económicas son incalculables y hacen que esta opción sea, hoy por hoy, inviable. Desde hace años los gobiernos están adoptando medidas  que buscan el equilibrio entre la libertad del fumador y la del no  fumador, aunque probablemente estas iniciativas sean todavía insuficientes. Los principales objetivos son evitar el inicio de la adicción en los adolescentes y encontrar fármacos eficaces para ayudar a la deshabituación tabáquica del fumador ya establecido.

Cuando se habla del cigarrillo electrónico surgen dos posicionamientos antagónicos con un mismo argumento: no hay suficiente evidencia científica (ni para bien ni para mal). Existen datos contradictorios sobre si su uso puede precipitar el inicio del consumo de tabaco convencional en adolescentes y se desconocen sus efectos a largo plazo sobre el pulmón. Tampoco se conocen los efectos de la exposición pasiva. Todo dudas.

Muy probablemente, los efectos dañinos del cigarrillo electrónico sobre el pulmón sean inferiores a los producidos por el tabaco convencional, pero esto no significa que sean inocuos. Así pues, desde mi punto de vista el único motivo aceptable para la existencia de los cigarrillos electrónicos sería su posible uso temporal como tratamiento en la deshabituación tabáquica, pero hasta la actualidad no han demostrado ser eficaces para tal fin. La Sociedad Española de Neumología y Cirugía Torácica (Separ) no incluye los cigarrillos electrónicos en las guías de tratamiento del tabaquismo.

Por lo tanto, para aquellos que defienden el uso terapéutico del cigarrillo electrónico el camino a seguir sería la realización de estudios para demostrar su eficacia como terapia para la deshabituación tabáquica y, en el caso de demostrarse, regular el e-cig como tal para su uso bajo prescripción médica (como ocurre con otros fármacos), con protocolos de dosis y tiempos establecidos.

Cualquier otro uso del cigarrillo electrónico no es más que otra adicción y otro negocio.

El método científico nos conducirá a la evidencia, y esta a la solución. Quizá en unos años el cigarrillo electrónico tendrá su papel en la sociedad, pero hoy por hoy no podemos recomendar su uso terapéutico ni en espacios públicos. La prudencia es actuar con cuidado y sensatez para evitar inconvenientes, dificultades o daños. Educar a los adolescentes para que no empiecen a fumar y el soporte multidisciplinar al paciente fumador son hoy en día las principales herramientas de que disponemos.