Una paloma que reflexiona
Jordi Puntí
Escritor. Autor de 'Confeti' y 'Todo Messi. Ejercicios de estilo'.
JORDI PUNTÍ
Tras diez meses en el extranjero, vuelvo a Barcelona y doy un vistazo a la cartelera de cines. Descubro con alegría que en los Verdi dan Una paloma se posó en una rama a reflexionar sobre la existencia, del director Roy Andersson. La vi hace un mes en Nueva York y me gustó mucho. Pocas cosas tan refrescantes como la absurdidad nórdica, pienso, y me planteo verla de nuevo una tarde calurosa. Curiosamente, me doy cuenta de que el cartel de Barcelona es distinto del que utilizaban en Estados Unidos. Una paloma... se compone de 39 escenas, rodadas en un plano único y con la cámara quieta. El cartel americano, igual que el original sueco, es una imagen de la primera escena: un hombre de cara blanca que observa una paloma disecada en un museo, mientras su mujer le espera pacientemente. En cambio, en Italia y España es la escena en que dos jóvenes retozan en una playa junto a un gran perro negro.
No sé si estas diferencias son casuales o responden a criterios de los distribuidores, pero yo diría que el humor de Andersson es universal, igual que lo es el de Franz Kafka o el de Samuel Beckett. Para entenderlo solo hay que ser humano. El día en que vi Una paloma... en Nueva York, coincidió que el director estaba presente y respondió a las preguntas del público. Con mucho humor y parsimonia, contó que el teatro de Beckett era una influencia evidente, igual que la pintura holandesa del siglo XVII o ese cuadro de Bruegel llamado Los cazadores en la nieve. También contó que todo estaba filmado en sus estudios, lo que le daba libertad creativa y tiempo, por ejemplo para improvisar diálogos. Tardó casi cuatro años en hacer los decorados y solo unos meses en filmar. De repente, tras tantas explicaciones técnicas, Andersson contó una historia. Una vez Ernest Hemingway coincidió con el fotógrafo Irving Penn y le dijo: «Sus fotos me gustan mucho, pero dígame, ¿qué cámara utiliza?». Penn le respondió que un Leica y luego le dijo: «A mí también me gustan mucho sus cuentos, pero dígame: ¿qué máquina de escribir utiliza?».
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