PALABRERÍA
'L'Eau de Monomando'
Pau Arenós
Coordinador del canal Cata Mayor
Periodista y escritor, con una quincena de libros publicados, entre ellos, novelas y cuentos, y media docena de premios, como el Nacional de Gastronomía. Ha estado al cargo de las revistas 'Dominical' y 'On Barcelona'. Entre las últimas publicaciones, 'Nadar con atunes y otras aventuras gastronómicas que no siempre salen bien' y 'San Elvis, ruega por nosotros. Crónicas de un tiempo irreverente'
MANTEAR. Los ciudadanos han dado un vuelco a la política y han manteado a los viejos políticos, pero no son capaces de acabar con la telebasura.
AÑAGAZA. Domingo por la mañana en un pabellón municipal con temperaturas de horno en función pirolítica. Final entre infantiles de balonmano femenino. Uno de los patrocinadores es una perfumería local, que ha montado un puesto en el vestíbulo con los productos. Venden falsificaciones. Sobre cada envase de colonia, un letrerito: Inspirado en... La añagaza es que citan marcas comerciales importantes. ¿Es conveniente que una empresa que despacha colonias piratas haya puesto dinero en la promoción de un torneo infantil? Entre un mantero y este engaño maquillado con honorabilidad solo hay cuatro patas de diferencia y un techo.
YO. Ser budista para suprimir el yo. El yo es doloroso.
AGUA. Algunos restaurantes comienzan a servir agua del grifo, agua de la casa, sometida a un proceso de osmotización. Es una idea magnífica, y un ahorro. Contribuyen a la sostenibilidad al evitar el transporte. Recuperan espacio al desprenderse de estocs y pueden ofrecer calidad sin coste. Cobrar eso –o hacerlo al precio estándar– sería morro. Es una cortesía que atrae clientes y que habla de hospitalidad.
MONOMANDO. Sin cachondeo, también la llaman agua de Km 0. Sería aceptable como broma, pero ese líquido ha viajado kilómetros por cañerías desde ríos o embalses hasta llegar a las mesas. Con ese razonamiento, cualquier producto sacado de la alacena es de Km 0 o de-al-otro-lado-del-pasillo. Si nos queremos poner estupendos, llamémosla L’Eau de Monomando.
PURIFICAR. En los últimos años –a finales del 2012 me atreví a pronosticar que sería tendencia, y la cosa va con retraso– he visto el líquido purificado en restaurantes barceloneses dispares: el vegetariano Rasoterra, el especializado L’Eggs o el recuperado La Balsa. En este último, la botella había sido distinguida con un letrero humorístico: Agua acabada de hacer. El otro día me pusieron ante las narices otro envase rellenable con una inscripción desacertada: KmZero. Lo interesante es que no comía en un local de postín, sino en una pizzería con un menú de 13 euros. Eso quería decir que la ola se movía.
DICTADURA. Soportamos durante un tiempo una moda cruel: las cartas de aguas con nombres pretenciosos de exótica procedencia. Por fortuna se han evaporado y con ellos esa excentricidad del H2O recogida de la lluvia, de los montes sagrados o de los acuíferos remotos, presentada en envases de lujo para insatisfechos. Los exsumilleres de aguas amenazan con reciclarse en panniers (especialistas en pan), tras aterrorizar con la dictadura del gintónic y tantear con el vermut.
FÁCIL. Las guerras serán por el control del agua. Seamos conscientes cada vez que nos llevemos un vaso a la boca. En el futuro no será tan fácil.
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