Análisis
Unas prisas que son buenas consejeras
Han pasado solo tres semanas desde que David Cameron ganó las elecciones y la promesa electoral más arriesgada del programa conservador ya está en marcha. El referéndum sobre la permanencia del Reino Unido en la UE ya tiene pregunta y la respuesta no admite ambigüedades. O se está a favor de seguir siendo miembro de la Unión o se está en contra. Punto. Ahora falta la fecha. El primer ministro conservador prometió la consulta para el 2017. Un amplio consenso generado tanto entre quienes están a favor como quienes se oponen a la permanencia aconseja que se pregunte a los ciudadanos cuanto antes. Y ese antes podría ser el próximo año.
Motivos para adelantar el referéndum hay muchos. Sería beneficioso para los británicos acabar con las dudas y saber si prefieren refugiarse en una insularidad que si en el pasado les permitió salir a la conquista del mundo, hoy sería un tobogán hacia la irrelevancia, o si consideran que su futuro está ligado al de una Unión que, pese a sus muchos defectos, ofrece la posibilidad de hacer oír su voz en el mundo, además de permitir disfrutar de una serie de ventajas comerciales --el mercado único--, que es lo que en el fondo ha sido lo único que siempre ha interesado a los británicos en todo el proceso de construcción europea.
Pero una pronta consulta interesa también y muchísimo a la propia UE. Sin acabar de salir de la crisis del euro, la perspectiva de un referéndum en el Reino Unido abre la puerta a la incertidumbre, generadora a su vez de inestabilidad e incluso de parálisis.
En el 2017 alemanes y franceses deberán decidir el futuro de Angela Merkel y de François Hollande en las respectivas elecciones federales y presidenciales. Si a la incógnita de saber qué quieren los británicos hay que sumar la de saber quién mandará en Berlín y París, nadie se atreverá a tomar decisiones en Bruselas. Si algo no necesita Europa es agravar con la inoperancia su crisis institucional. Está claro que cuanto antes se resuelva el órdago británico, mejor será para todos.
Ahora Cameron está de gira europea para explicar las reformas que considera imprescindible acometer en la UE, todas ellas en sentido restrictivo y en favor de la renacionalización de muchas políticas. Encontrará oposición en muchos países. También fatiga por la siempre insuficiente excepcionalidad británica. Pero también encontrará oídos dispuestos a acoger sus peticiones en varias capitales donde crece el antieuropeísmo.
Las prisas acostumbran a ser malas consejeras. En el caso del referéndum británico sobre la permanencia en la UE pueden ser una bendición, y serlo no solo para los isleños. También para los continentales.
@RosaMassague
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