Los motivos de los errores de las predicciones en las últimas elecciones

El fracaso de las encuestas inglesas

Las dificultades objetivas para acertrar son mayores que hace décadas, y el sistema electoral no ayuda

JOSEP LOBERA

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Vamos a untarlos con alquitrán, pegarles plumas y pasearlos por el pueblo. Esta vez en el Reino Unido, las encuestas y quienes las realizan son protagonistas, a su pesar, del debate público. ¿Se equivocaron las encuestas? Sí, en la estimación de escaños: de empate técnico a mayoría absoluta. No hay más preguntas señoría. A la picota.

Si usted es de los que siguen leyendo, permítame recordar un detalle en este juicio. Acertaron relativamente bien el porcentaje de voto. ¿Cómo es posible? Primer factor en el error de estimación de escaños: el First-Past-The-Post (FPTP), una palabra de cuatro letras para muchos británicos. Un sistema electoral tortuoso con una larga lista de problemas entre los que se encuentra que la Cámara de los Comunes sea hoy una de las menos proporcionales de la historia electoral británica entre escaños y votos. Solo se asigna un escaño por distrito y se lo lleva el candidato más votado, aunque sea por una ventaja mínima. Las empresas de opinión británicas no tenían ante sí una estimación de voto sino 650 pequeñas elecciones, una por cada bendita constituency (distrito electroal). Así, el resultado de las encuestas no habría sido noticia en un sistema con distrito electoral único, pero en otras ocasiones, con este mismo retorcido sistema electoral, no se habían alejado tanto en su estimación de escaños. ¿Qué ha ocurrido esta vez?

El caso está siendo investigado por el British Polling Council -que, por cierto, se creó tras un descalabro aún mayor, cuando la estimación se desvió 9,4 puntos porcentuales en 1992-. A riesgo de adelantarme al veredicto parece que, como entonces, el Shy Tory Factor ha sido determinante, especialmente en aquellos distritos electorales más disputados. Se trata de una menor propensión de los votantes conservadores a explicitar su voto en las encuestas que los votantes de otros partidos. O a decidirlo anticipadamente, ya que en los sondeos a pie de urna estos mismos electores reconocían sin problemas el sentido de su voto. Parece que una pequeña -pero decisiva- porción de votantes tories ha estado dubitativa hasta el último momento. Entre otros factores, la amenaza de que los ingleses fuesen gobernados desde Escocia, como sugirió los últimos días Cameron ante una posible coalición Laboristas-SNP, puede haber movilizado finalmente miles de votos clave para los conservadores.

Al peculiar sistema electoral, las decisiones de última hora y la timidez -o indecisión- tory se sumarían los retos metodológicos de una tasa de respuesta decreciente en las entrevistas telefónicas y una cierta convergencia de las encuestas, que se habrían refugiado colectivamente en una interpretación sesgada de los datos. Un sumatorio de sesgos ligeros en, al menos, 52 constituencies con una diferencia ajustada entre los principales partidos ha dado como resultado una tormenta perfecta.

TIMIDEZ O DECISIÓN TARDÍA

Dos meses antes, las encuestas en Israel pronosticaron un resultado ajustado que no se produjo, infraestimando la ventaja de la coalición del primer ministro. Dos años antes, en Estados Unidos infraestimaron la ventaja del presidente Obama en su reelección. También en 1992 el gran error predictivo tuvo lugar en una reelección, la cuarta de los tories. Pareciera que un Shy Reelection Voter Factor -ya sea timidez o decisión tardía- podría sumarse a los sesgos a tener en cuenta bajo ciertas circunstancias de deseabilidad social. Probablemente, las encuestas tienden a infravalorar el voto hacia un candidato en el poder que llega sin cotas altas de popularidad a la reelección. Una parte pequeña -pero significativa- de población que finalmente vota por él tiende a postergar la decisión hasta un momento en que las encuestas no son capaces de captar. Se trataría de personas que no están entusiasmadas con el candidato pero que, ante el temor de empate o que finalmente el adversario llegue al poder, deciden en el último momento depositar su voto, como un mal menor. En esta ocasión, este Shy Reelection Voter no habría sido numeroso pero sí suficiente para dar la vuelta al marcador en el peculiar sistema electoral británico.

Sea como fuere, los expertos de encuestas viven tiempos de retos. Mayor volatilidad del escenario electoral, partidos nuevos -sobre los que no poder aplicar el recuerdo de voto y, por lo tanto, la dificultad de identificar el grado de timidez entre sus votantes-, decisiones de voto de última hora. Las dificultades objetivas para atinar en la estimación son más elevadas que en décadas pasadas. Pero también son muchos los que analizan cada elección para mejorar las estimaciones futuras. Vean, por ejemplo, la transparencia con que las empresas de sondeos británicas analizan públicamente dónde creen haberse equivocado. Las encuestas de opinión siguen siendo una herramienta muy útil a pesar de los retos a los que se enfrentan.