Elecciones en Bolivia: de la hegemonía al letargo

LLUÍS BASTEIRO

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En octubre de 2014, Evo Morales y su Movimiento al Socialismo (MAS) obtenían un resultado abrumador en las elecciones generales: 61% del voto (¡37 puntos al segundo candidato en primera ronda!), 68% de escaños en la cámara de diputado y 69% en el senado. Seis meses después, el vuelco en las elecciones departamentales y municipales ha sido rotundo: a partir de los resultados provisionales, de las diez ciudades principales (las nueve capitales departamentales más El Alto, la segunda ciudad de Bolivia, casi un millón de habitantes viviendo a 4.000 m de altura), el MAS únicamente ha conseguido la alcaldía en dos de ellas, Sucre y Potosí, y sin mayoría en sus consejos municipales. Además de la pérdida de Cochabamba y la imposibilidad de asaltar La Paz, especialmente dolorosa ha sido la pérdida de la alcaldía de El Alto, bastión del oficialismo, la gran urbe aymara, germen del proceso de cambio, donde la candidata de la derecha neoliberal, Soledad Chapetón, que apenas entiende la lengua aymara, ha barrido al que hasta la fecha era el actual alcalde del MAS, Édgar Patana.

En las elecciones departamentales, los resultados obtenidos por el MAS no han sido tan malos como en las municipales; ha ganado donde gana siempre (Oruro, Potosí y Cochabamba), se le resisten las gobernaciones de siempre (Santa Cruz y Tarija), y se enfrenta a segundas vueltas en territorios siempre difíciles (Chuquisaca y Beni). Sin embargo, todo ello queda ensombrecido por la derrota en la gobernación de La Paz. Posiblemente igual de dolorosa que la de la ciudad de El Alto, a ella se debe añadir una importante carga simbólica: el ganador, Félix Patzi, es un disidente, casi expulsado, del MAS, aymará con una marcada carga intelectual, mientras que la perdedora, Felipa Huanca, era una apuesta del presidente Morales, también aymará, y representante de las organizaciones indígenas originarias campesinas, con clara vocación rural.

Por supuesto, la prensa opositora se ha apresurado a hablar de derrota sin paliativos, y algunos líderes políticos empiezan a visibilizar el fin de la hegemonía. ¿Pero realmente es así? ¿Ha pasado algo significativo en estos últimos seis meses que justifiquen este cambio de preferencia en el electorado boliviano? Aparentemente no, no ha sucedido nada, y la figura del presidente Morales mantiene su popularidad intacta.

Entonces, ¿Por qué esta derrota en las principales ciudades de Bolivia? ¿Quién ha derrotado al MAS, hasta ahora una maquinaria electoral implacable? Realmente, la oposición no se puede otorgar el mérito. Como se apunta más arriba, el MAS únicamente ha obtenido dos alcaldías de las diez ciudades indicadas, pero en las ocho restantes han vencido partidos diferentes (lo que también sucede con las gobernaciones); en muchos casos partidos creados de forma específica para estas elecciones, en algunos casos vinculados a movimientos ciudadanos, en otros a tendencias autonomistas, en un par de ciudades partidos opositores, e incluso partidos históricos al borde de la desaparición. Partidos, todos ellos, sin capacidad ni voluntad para constituirse como oposición organizada al MAS, como se pudo apreciar en las recientes elecciones generales. De hecho, el MAS ha sido el único partido con presencia en todos los municipios, posiblemente aumente el número de municipios gobernados, y ha ganado holgadamente en el cómputo total de votos. Por todo ello, se puede afirmar quye la oposición no ha ganado estas elecciones. Sin embargo, es indudable que algo ha pasado en las grandes ciudades.

Posiblemente, sea el propio MAS el responsable de estos resultados. Además de ciertos casos de corrupción que han afectado a algunos de sus candidatos más significativos (eso sí, a una escala mucho menor a lo que estamos acostumbrados en España), el problema es de una falta clara de liderazgos locales y, sobretodo, de un proyecto urbano poco definido, en contraste con un proyecto país más trabajado y mejor divulgado. La construcción del teleférico de La Paz y El Alto, emblema de la gestión del actual gobierno del MAS, ha sido claramente percibido por el electorado como un simple islote ante la falta de políticas específicas para las ciudades. Lo que ha sucedido en estas elecciones locales no parece el presagio de nada, pero sí que significa una llamada de atención. Y es que el MAS, con fuerte ascendencia rural, necesitará asumir que dos de cada tres personas bolivianas viven ya en la ciudad, con sus problemáticas propias y soluciones particulares, si no quiere verse desconectado del pulso de una sociedad cada vez más urbana.