Análisis
Un doble simbolismo
Es la excepcionalidad tunecina la que atacan ahora los demonios surgidos de los conflictos civiles en Libia y Siria
Senén Florensa
Presidente ejecutivo del Instituto Europeo del Mediterráneo y exembajador de España en Túnez.
SENÉN FLORENSA
Túnez vivió ayer otro capítulo de violencia en la tortuosa transición democrática que empezó en el 2011 y que inspiró aires de cambio en buena parte del mundo árabe. Desde entonces, el terror había hecho aparición con asesinatos políticos y con escaramuzas continuadas entre terroristas y fuerzas policiales. Pero gracias a una movilizada y organizada sociedad civil el proceso de transición ha continuado avanzando hasta el punto de ver la primera alternancia de gobierno democrático. Túnez, bajo la presidencia de un político de la era Burguibafundacional de la República como Béji Caïd Essebsi, se erige hoy por todo ello en la excepción democrática de una región que vio cómo la primavera árabe dejaba a su paso leves reformas democráticas, el retorno a formas autoritarias o, en el peor de los casos, el hundimiento del Estado y el enquistamiento de conflictos civiles, como en Libia o Siria.
Y es la excepcionalidad tunecina la que atacan ahora los demonios surgidos de esos conflictos, sea como Estado Islámico (EI) o como otros grupos terroristas. Por eso el objetivo de ayer es revelador: el complejo residencial que alberga tanto el Parlamento como el Museo del Bardo y sus visitantes. De una tacada se amenaza tanto la consolidación de la república democrática tunecina como al principal museo del mundo de época romana.
Para el Estado Islámico, las culturas preislámicas y el arte figurativo deben ser destruidos, especialmente en el caso de Túnez, que en su constitución como Estado moderno ha incorporado el legado de culturas pasadas, sean númidas, fenicias, romanas, musulmanas u otomanas.
El atentado también busca amedrentar a los occidentales, principales víctimas en este caso, y debilitar al turismo, la fuente de ingresos con la que el país cuenta para revitalizar la economía. Se ataca también a los turistas como infieles que simbolizan la interrelación de los tunecinos con extranjeros cuya presencia y posible influencia desean los terroristas exterminar.
Revulsivo y reacción
Sin embargo, más allá de manifestaciones de dolor, el atentado puede servir como un revulsivo para que se comprenda el alcance de la amenaza que se está gestando desde Libia y reaccionen. El pandemonio que vive Libia, dividida en dos gobiernos con sede en ciudades diferentes y milicias armadas por doquier, a la que afluyen los terroristas formados y curtidos en la barbarie en Siria e Irak, es la oportunidad que esperaba el EI. Desde ahí quiere extender su influencia en el norte de África y amenazar directamente a Europa desde sus costas.
Es vital que la comunidad internacional y especialmente los países de la región, comenzando por Arabia Saudí y los países del Golfo, se impliquen en Libia contra el terrorismo y el EI. Y en paralelo, es necesaria una gran operación de apoyo político para Túnez dotada de un paquete económico y financiero de magnitud a escala real. Europa debería dedicar ahora diez veces más de los 300 millones de euros anuales para consolidar un ejemplo de régimen democrático como el que representa Túnez para el mundo árabe.
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