Editorial
Drones, objeciones legales y morales
La tecnología ha sido siempre el motor del cambio en la forma de hacer la guerra y ha permitido adaptar luego los avances a la vida civil. Un ejemplo evidente es el de la energía nuclear que, tras su uso bélico con consecuencias aún hoy estremecedoras, ha entrado en la vida ciudadana mediante usos pacíficos -aunque discutidos- del átomo en el terreno de la energía o de la medicina. Ahora estamos asistiendo a un desarrollo espectacular de artefactos robotizados. Y entre ellos, los drones, los aparatos aéreos no tripulados. EEUU ha sido pionero en la investigación y en su uso. Ahora más de 60 países los han incorporado a sus Ejércitos y no solo ellos, también organizaciones como Hizbolá.
El gran atractivo que ejercen estos aparatos es doble. Mediante su uso como avión-espía ofrecen información muy exacta. Con su uso ofensivo reducen el riesgo para civiles y soldados en la nueva versión de las guerras modernas en las que se evita la presencia sobre el terreno. Estas son las grandes justificaciones dadas para su proliferación. En EEUU la administración Bush realizó unas decenas de ataques con drones. Los efectuados por la de Obama suman cientos. De este uso extensivo en lugares como Afganistán o Pakistán pueden sacarse varias lecciones. Una, no evitan las muertes civiles, más bien son un recurrente daño eufemísticamente calificado de colateral. Otra, sirven para realizar ejecuciones sumarias y el asesinato por control remoto ha pasado a ser asumido por la población porque forma parte de la política nacional.
Sin embargo, el uso de los drones plantea numerosas objeciones de orden legal, moral e incluso práctico. La mayoría de los países que los han incorporado a sus ejércitos lo han hecho con opacidad y sin debate. Cuando hace dos años trascendió que las fuerzas armadas alemanas iban a utilizarlos, nació una polémica que planteaba entre otras cuestiones su dudosa legalidad y numerosos interrogantes éticos, algo que todos los gobiernos quieren evitar. Por ello es necesario exigir en primer lugar información, y después una valoración ética de su uso y un estricto marco legal. Los drones utilizados en la vida civil también pueden violar principios éticos, por ejemplo, el derecho a la intimidad. Los interrogantes que plantean el uso de estos artefactos no tripulados no son baladís. Lo demuestra que fuera uno de los temas debatidos en el reciente foro de Davos.
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