En la muerte de David Carr
Jordi Puntí
Escritor. Autor de 'Confeti' y 'Todo Messi. Ejercicios de estilo'.
JORDI PUNTÍ
David Carr, periodista del New York Times, murió el jueves por la noche cuando estaba en la redacción del periódico. Podríamos decir que murió en acto de servicio y es probable que a él le gustara, porque vivía el periodismo como una militancia y una necesidad vital. Acababa de moderar una mesa redonda tras la proyección del documental Citizenfour, en la que había charlado con su directora Laura Poitras, el periodista Glenn Greenwald y el protagonista del filme, Edward Snowden (en directo desde Moscú en conexión online). La apuesta de la verdad de Snowden, que filtró un sinfín de documentos sobre el control que el gobierno americano ejercía (o ejerce) sobre sus ciudadanos, y la denuncia de la falta de libertad que hace Poitras, son un buen ejemplo del espíritu combativo de David Carr hasta su último suspiro.
Carr tenía solo 58 años, voz de cazalla y una gran facilidad para decir las cosas por su nombre y a la cara. Poco después de su muerte, amigos y seguidores llenaron las redes sociales con muestras de dolor. Comprometido, apasionado, divertido, auténtico y sin miedo eran algunos de los elogios más repetidos. Aunque había escrito mucho, últimamente se le reconocía por su columna semanal en el NY Times, donde analizaba el mundo periodístico y editorial partiendo del nuevo poder de los medios digitales y las redes sociales.
Como mucha gente, conocí a Carr a partir del documental Page One: Inside the New York Times (2011). Carr tenía un papel principal y había una escena en la que su carácter se expresaba en todo su esplendor: cuando se enfrentaba a unos periodistas de la web Vice y les reprochaba que se fueran a Liberia en plena guerra civil, e hicieran reportajes frívolos. Luego leí fascinado sus memorias sobre la adicción a las drogas, The Night of the Gun, un ejercicio de introspección en el que reconstruía su pasado borroso y turbulento a partir de entrevistas con la gente que le había tratado entonces. Es decir, se investigaba a sí mismo. Su legado principal, ahora, es que sus artículos nos ayudarán a entender durante años el futuro de los medios.
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