Desde 1977

Guerra de trapos sucios

Tal vez la corrupción no reste votos, sino que los suma; en el bando contrario

LLUCIA RAMIS

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¿Resta votos la corrupción? Por un momento, pareció que sí. Pero en cuanto ha empezado el año electoral, y con él la guerra de los trapos sucios, los votantes toman posiciones a favor de su partido preferido, olvidando sus presuntos o flagrantes trapicheos.

El PP no puede tratar con menos respeto a sus simpatizantes; sin embargo, ni el escandaloso caso Gürtel ni caso GürtelBárcenas serán las razones principales por las que pierda fuerza. El debilitamiento del PSOE no tiene que ver con los ERE de Andalucía o que hubiera consejeros socialistas con tarjetas black. Tras el disgusto inicial, cada vez más convergentes están dispuestos a aceptar la versión de Jordi Pujol, y el caso Palau no le movió ni un pelo a CiU. Aparece dinero sospechoso en las cuentas de Juan Carlos Monedero, pero los que han decidido votar a Podemos lo tienen claro. «Ya sé que, en cuanto toquen el poder, meterán mano como todos», me dijo una de ellos. «No importa; quiero quitarme de encima a los de siempre».

Su marido lleva tres años en paro, tienen un hijo de 8, la factura de la luz es desorbitada. Eso es lo que le preocupa. La corrupción es la gota que colmó el vaso, es lo que la indigna. Y esta indignación la llevará a las urnas. Sin esta indignación, seguramente se abstendría. Por lo tanto, tal vez la corrupción no reste votos, sino que los suma. En el bando contrario.

La necesidad de creer es inherente al ser humano. Sin esperanza, somos prisioneros del presente. A unos les conviene que las cosas no cambien, e intentarán demostrar a los demás que más vale malo conocido. Otros ya están hartos de que les tomen el pelo, y piensan que la alternativa no puede ser peor.

La corrupción es un artefacto explosivo muy efectista para las batallas del y tú más. Pero está por ver si también es eficaz. Es decir: sirve como argumento contra el rival; no obstante, lo tiene poco en cuenta el que ya está convencido. Y eso es triste, porque a la larga implica que, pase lo que pase, mientras se perdone, será más de lo mismo.