en contra
La primacía del mérito
Creo en la meritocracia. Aquel que esté mejor preparado debe acceder a un puesto de responsabilidad

Esperanza García
Esperanza GarcíaAbogada
ESPERANZA GARCÍA
Voy a tratar de exponer por qué no estoy de acuerdo en que lo igual es justo. Vaya por delante que la fototografía del Gobierno griego macho-alfatambién me ofende y considero necesaria la presencia de la mujer en los ámbitos de decisión. Sin embargo, los instrumentos para conseguir esa participación de la mujer en política, finanzas e industria dependen de medidas que van más allá de una simple fórmula salomónica donde el género, otra vez, sea determinante. Lograr una efectiva participación de la mujer en ámbitos ejecutivos requiere asegurar la igualdad de oportunidades para acceder a él, en relación a un hombre con las mismas características, capacitación e interés.
En primer lugar, soy mujer, no quiero ser juzgada como un hombre sino como lo que soy. Si es cierto que las mujeres poseemos dotes para trabajar, organizar equipos y empatizar, no quiero perder esos atributos.
En segundo lugar, creo en la meritocracia. Aquel que esté mejor preparado debe acceder a un puesto de responsabilidad. La cuota paritaria asegura la presencia de la mujer en política por su género, no por su capacitación. Olvidar esa meritocracia es lo que ha permitido que su presencia no se haya traducido en influencia, ni siquiera en protagonismo. Y en demasiadas ocasiones en anecdotarios de lo ridículo, más aireados que las meteduras de pata de algunos expolíticos hombres.
En tercer lugar, creo en la política de las personas. Hecha desde y para las personas. Ser mujer no es sinónimo de querer transformar las desigualdades de género. Hay hombres que han luchado por el reconocimiento de los derechos de la mujer de forma encomiable y mujeres que han hecho flaco favor a las mujeres, como Victoria Kent defendiendo que las mujeres no pudieran votar en España en 1931.
En cuarto lugar, eso que llaman la conciliación laboral es la clave, pero déjenme que le cambie el nombre por corresponsabilidad. Esa es la diferencia que impide a muchas mujeres aspirar, o asumir, puestos de mayor responsabilidad. La casi obligada renuncia a la vida familiar y la reprobación social de la madre que no dedica tiempo a sus hijos.
La ley que sustenta la paridad obligatoria será derogada en unos años. Y ese será el momento en que las personas que piensan como yo puedan estar satisfechas de que la mujer haya alcanzado cuotas de protagonismo con independencia de su sexo, y juzgada con el mismo respeto con que se valora a los hombres.
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